Y el circo llegó al Vaticano. Esta vez de verdad. No era ni el mediático ni el político. Eran titiriteros, saltimbanquis, equilibristas, domadores y artistas de buen ver y mejor forma física que llegaban en peregrinaje a Roma para ser recibidos nada menos que por el Papa.
Por primera vez en la historia vaticana, una carpa de circo ha coronado la plaza que da acceso a la Basílica San Pedro.
La sorpresa de la jornada, con la que Benedicto XVI ha querido conmemorar el quinto aniversario de la creación de la Fundación Migrantes, la ha protagonizado no un payaso (que había muchos) sino un cachorro de león que se ha ganado los favores del Pontífice. Y es que al Papa le encantan los felinos. Menos mal que Roma es también conocida como la ciudad de los gatos.
Y lo demás fue espectáculo.
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