Obispos de EEUU responden a la Corte Suprema ante la prohibición de ingreso de ciudadanos de seis países

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“ Solicitamos que la revisión incluya agentes de la sociedad civil, proveedores de servicios para refugiados y expertos en seguridad nacional e inmigración”

(ZENIT – Washington). La Corte Suprema de Justicia de EEUU acaba de dictaminar sobre la Orden Ejecutiva 13870, “Protegiendo la Nación del ingreso de terroristas extranjeros a Estados Unidos”, del presidente Donald Trump, a través de la cual se impide temporariamente el ingreso al país de ciudadanos de Siria, Irán, Yemen, Libia, Somalía y Sudán. La decisión de la Suprema Corte limita el ingreso al país de ciudadanos de los seis países mencionados, con excepción de aquellos individuos que puedan probar una relación con personas o entidades en los Estados Unidos, hasta que la Corte Suprema dictamine al respecto de la legalidad de la prohibición de ingreso al país.

Monseñor Joe Vásquez, obispo de Austin, Texas, y presidente de la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos emitió ayer el siguiente comunicado al respecto del mencionado dictamen de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos:

“La decisión de hoy tendrá consecuencias en personas concretas. Mis hermanos obispos y yo valoramos la decisión de la Corte de permitir que sigan ingresando al país individuos que cuentan con relaciones “de buena fe” con una persona o entidad presente en Estados Unidos, pero estamos profundamente preocupados por la situación de muchos otros, en condiciones vulnerables, que no tendrán la posibilidad de venir al país en busca de protección mientras dure la pausa indicada, especialmente aquellos que huyen de persecución religiosa y niños refugiados solos.

Mientras el Poder Ejecutivo comienza con el análisis del programa de refugiados, instamos a que el mismo sea transparente, eficiente y a tiempo. Solicitamos que la revisión incluya agentes de la sociedad civil,  proveedores de servicios para refugiados y expertos en seguridad nacional e inmigración. Creemos que es esencial utilizar toda la experiencia adquirida en programas de reasentamiento, cuando se trata de llevar a cabo una evaluación tan importante”.

Tráfico de personas: encarar la reintegración de los supervivientes en la sociedad

 

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Tráfico de personas: encarar la reintegración de los supervivientes en la sociedad Intervención de la santa Sede en la ONU

(ZENIT- Roma, 25 de junio de 2017). – La ayuda a las víctimas supervivientes del tráfico de los seres humanos debe de ir más allá de la defensa de los derechos humanos, encarando “su rehabilitación y su reintegración completa en la sociedad”, declara la Santa Sede.

El Observador permanente de la Santa Sede en la ONU, en Nueva York, Mons. Bernardito Auza, ha intervenido, el viernes 23 de junio de 2017, durante un intercambio informal en preparación al encuentro de septiembre próximo teniendo como objetivo la revisión del “plan mundial de acción para combatir el tráfico de personas”.

En esta declaración, la Santa Sede ha evocado los numerosos factores que favorecen este tráfico, como la pobreza, la falta de trabajo, la migración y la crisis de los refugiados, lo mismo que otros factores económicos y políticos.

Pero la raíz del tráfico de personas, la Santa Sede diagnostica “la deshumanización” de la gente reducida a “objetos” o a “productos”.

Mons. Auza ha hecho remarcar que la defensa de los derechos humanos de las víctimas es una “clave” pero “no es suficiente”: “La comunidad internacional debe ir más allá para afrontar las necesidades “legales, económicas, educativas, médicas y fisiológicas” de las víctimas de cara a “su rehabilitación y a su reintegración completa en la sociedad”.

 

La doctora que fue refugiada

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«Dios ha permitido la tragedia de mi vida para que hoy pueda ofrecer esperanza a los que viven lo mismo que yo». Mireille Twayigira tiene 25 años. Llegó a Malaui como refugiada y ahora es médico gracias a la escuela jesuita donde se graduó como una de las mejores estudiantes del país. La semana pasada visitó Madrid con Entre culturas.

 Son las 13:30 horas de un caluroso día de junio. Mireille Twayigira lleva desde las diez de la mañana atendiendo a los medios en un inglés increíblemente fluido para ser una joven de 25 años que lleva huyendo y viviendo en campos de refugiados desde los 2. Sonríe como si no hubieran pasado casi cuatro horas en las que, una y otra vez, ha rememorado el calvario que ha sido su vida. Eso sí, con final feliz. «Vengo a contar una historia de esperanza, aunque lo único que recuerde de mi infancia sean las cosas más dolorosas», como «cuando teníamos que beber agua de ríos en los que flotaban cadáveres que teníamos que sortear».

La ruandesa, chiquitita de tamaño, explica que sufrió desnutrición durante muchos años: «Apenas tenía pelo y mi estómago estaba siempre hinchado. Recuerdo cuando llegamos a comer una serpiente quemada en un incendio para no morir de hambre».

Coincidiendo con la celebración de la Jornada Mundial del Refugiado –instaurada para recordar hechos como que hay 65 millones de refugiados en el mundo o que cerca de 300.000 de las personas que huyen cada año de su país por guerras, miseria o persecución son niños–, Twayigira explica que la vida del refugiado provoca «tanta desesperación que llega un momento en el que ya no puedes ni llorar». Pero con el tiempo «he entendido que Dios se ha valido de todo lo que ha pasado para que yo pueda estar aquí, ofreciendo esperanza a las personas que, ahora mismo, están viviendo lo mismo que yo».

Tenía solo 2 años cuando el genocidio de Ruanda obligó a su familia a abandonar su casa, dejando el cadáver del padre de familia y de la hermana pequeña atrás. Junto a su madre, sus tíos, primos y abuelos llegaron a Burundi y de ahí a un campo de refugiados en Congo, donde la guerra volvió a alcanzarlos. Tuvieron que vivir durante muchos meses en el bosque, en la frontera con Angola. «Mi madre y mi abuela no aguantaron», recuerda.

El regreso al campo de refugiados

Cuando llegó al campo de refugiados de Zambia su suerte comenzó a cambiar. «El objetivo de mi abuelo era que yo pudiera ir a la escuela y allí por fin fue posible. Me acuerdo de las clases bajo unos árboles». Pero faltaban todavía algunos campamentos de paso antes de que Mireille, su abuelo y sus tíos llegasen a Malaui, al campo de Dzaleka, donde encontraron un lugar en el que quedarse. Los jesuitas tienen allí una de las mejores escuelas del país y gracias al «coraje que aprendí de mi abuelo» –ya fallecido– la ruandesa se convirtió en una de las seis mejores estudiantes de Malaui. «Cada tarde estudiaba con una lámpara de parafina. ¿Sabes lo que es?», pregunta divertida.

Una conocida radio organizó un evento para homenajear a estos seis estudiantes modélicos. «Vino el embajador chino al acto y cuando nos conoció quiso becar a tres para ir a la universidad en China. Yo no podía acceder a la beca porque no estaba nacionalizada como malauiana, pero mi caso llegó a todos los medios de comunicación y finalmente el mismo jefe de Estado firmó mi nacionalidad». Mireille pensó en estudiar Arquitectura, «porque los chinos son una referencia», pero «elegí Medicina porque quiero involucrarme en los sufrimientos de la gente». Actualmente trabaja en el hospital público Queen Elisabeth, al lado del campamento al que llegó como refugiada y que ahora visita como médico.

Cristina Sánchez Aguilar
@csanchezaguilar

CARTA PARA TI

IMG-20170613-WA0029Ayer fue el día del Refugiado. Fueron muchas las entidades de Iglesia que se hicieron presentes y activas en ese día. De la Red eclesial “Migrantes con derechos” rescato este párrafo de su comunicado

Mujeres, hombres y niños de todo el mundo se ven obligados a abandonar sus hogares por la violencia, la persecución, los desastres naturales y los provocados por el hombre, el hambre y muchos otros factores. Su deseo por escapar al sufrimiento es más fuerte que las barreras que se alzan bloqueando su camino. La oposición de algunos países a la migración de los desplazados forzosos no podrá impedir que aquellos que padecen un sufrimiento insoportable abandonen sus hogares.

Al releerlo en la noche recordé, como en un retrovisor , hechos como estos entre otros muchos :

Encuentran muerto a un polizón emigrante en un barco de Costa de Marfil y atracado en A Pobra

2016 Jóvenes Inmigrantes en Melilla se entierran bajo la chatarra en contenedores para dar el salto a la Península (como algunos les tratan casi como basura supongo que creerían pasa desapercibidos)

 

2014: Un hombre ha aparecido muerto en el tejado de un comercio de Londres.. Era un emigrante escondido en el tren de aterrizaje y caído desde un avión que venía de Sudáfrica (¡13.000 kilómetros!) y a punto de aterrizar en Heathrow. Ahí, (¿lo saben?) falta oxígeno y las temperaturas son bajo cero. De este hombre no sabemos su nombre. Etc etc

 

Y sigo mirando hacia atrás.. Me voy a 1999. Es decir, hace “tan solo” quince años. Un suceso parecido. En Bruselas. De estos sí sabemos su nombre y edad. Se llamaban Yaguine Koita de 14 años y Fodé Tounkara de 15 años. Estudiantes de Guinea-Conakry. Murieron congelados en el tren de aterrizaje de un avión que les llevaba, clandestinos, al corazón de Europa. Aunque iban muy abrigados, no pudieron resistir las bajísimas temperaturas (entre 40 y 55 grados bajo cero). Fueron los  autores de una carta de sencillez y clarividencia admirables, una auténtica bofetada a los intolerantes. Se la recogieron abriendo su mano apretada contra el corazón.

 

Este es el texto: “Excelencias, Señores miembros y responsables de Europa. Tenemos el honorable placer y la gran confianza de escribirles esta carta para hablarles del objetivo de nuestro viaje y del sufrimiento que padecemos los niños y los jóvenes de África. Pero, ante todo, les presentamos nuestros saludos más deliciosos, adorables y respetuosos con la vida. Con este fin, sean ustedes nuestro apoyo y nuestra ayuda. Son ustedes para nosotros, en África, las personas a las que hay que pedir socorro. Les suplicamos, por el amor de su continente, por el sentimiento que tienen ustedes hacia nuestro pueblo y, sobre todo, por la afinidad y el amor que tienen ustedes por sus hijos a los que aman para toda la vida. Además, por el amor y la timidez de su creador, Dios todopoderoso que les ha dado todas las buenas experiencias, riquezas y poderes para construir y organizar bien su continente para ser el más bello y admirable entre todos. Señores miembros y responsables de Europa, es a su solidaridad y a su bondad a las que gritamos por el socorro de África. Ayúdennos, sufrimos enormemente en África, tenemos problemas y carencias en el plano de los derechos del niño”.

 

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