El Papa crea el primer Ministerio social en la historia de la Iglesia para atender a los refugiados

El Diario.es Desalambre. Por Jesús Bastante 5/09/2016


 

Un niño besa la mano del Papa durante la visita al campo de detención de refugiados de Moria, en Lesbos (Grecia) ANDREA BONETTI/GOBIERNO DE GRECIA/AP

Un niño besa la mano del Papa durante la visita al campo de detención de refugiados de Moria, en Lesbos (Grecia) ANDREA BONETTI/GOBIERNO DE GRECIA/AP


Francisco Bergoglio anunció la semana pasada la creación de un Ministerio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral para atender el drama de la migración y otras desigualdades sociales

Por primera vez, la Iglesia otorga a los asuntos de desigualdad social la misma relevancia jerárquica que se da a los temas relacionados con la doctrina o la moral.

«Es una vergüenza». Fue lo que concluyó Bergoglio en su primer viaje fuera de Roma, apenas unas semanas después de su elección como Papa. En las costas de Lampedusa, tras visitar a los supervivientes de uno de tantos naufragios, el Papa Francisco lanzó el primero de muchos gritos contra la actitud de los gobiernos de la UE ante el drama de los refugiados sirios. Sigue leyendo

La iglesia de San Antón acogió una mesa redonda sobre el drama de los refugiados


Sebastián Mora: «Tenemos una solidaridad de corto alcance, reaccionamos ante el miedo o la cercanía del dolor»

José Luis Pinilla, sj.: «Ya es hora de que la sociedad española reconozca a los emigrantes su labor»

Jesús Bastante, 15 de junio de 2016 a las 08:32

Hace dos años, ya había 60 millones de refugiados. Esas mismas personas estaban muriendo en Jordania, Siria, Líbano… pero no nos preocupaba. ¿Cuándo comenzó a preocuparnos? Cuando llegaron a las puertas de Europa.

El debate, con motivo de la publicación de«Éxodo» (Publicaciones Claretianas), del cardenal Tagle, giró no sólo en el drama de los refugiados del este de Europa, sino también en las miles de historias de hombres y mujeres obligados a abandonar su hogar huyendo de todo tipo de guerras, las que matan con bombas y fusiles y las que lo hacen a través del hambre, la sed o cualquier otro tipo de injusticia.

Junto a Mora, el padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz, quien habló de un «mismo dolor» en los campos de Idomeni o en las vallas de Melilla; la hermana Julia García Monge, de Confer, que denunció que «no debería haber migrantes de primera y de segunda categoría»; o el jesuita José Luis Pinilla, responsable de migraciones de la Conferencia Episcopal, quien reconoció que «en la Iglesia hacemos mucho, pero no sabemos ‘venderlo’ bien», y reclamó que «ya va siendo hora de que la sociedad española reconozca a los emigrantes su labor para construir nuesro país».

Moderando, el editor del libro, Fernando Prado quien recordó que el título «Éxodo» viene del griego, pues esa misma palabra significa «Salida» y se encontraba a la puerta del campo de Idomeni que visitó el cardenal Tagle hace meses, llevando la solidaridad del Papa Francisco y recordando que «cada comunidad cristiana podría acoger a una familia de refugiados». «En españa hay 20.000 parroquias», recordó Prado.

Por su parte, Sebastián Mora incidió en que vivimos un momento «de tiempo eje» en Europa, unos años en los que «a veces no acertamos a comprender lo que sucede». En este sentido, alabó cómo la sociedad europea se ha volcado en el drama de los refugiados, especialmente a través de los medios de comunicación, pero advirtió que «poniendo el foco en el refugio, estamos desenfocando la realidad de la indignidad humana». Y es que, hace dos años, «ya había 60 millones de refugiados. Esas mismas personas estaban muriendo en Jordania, Siria, Líbano… pero no nos preocupaba. ¿Cuándo comenzó a preocuparnos? Cuando llegaron a las puertas de Europa».

Ante la solidaridad de corto alcance, «necesitamos una cultura que sepa acoger al que viene, pero mantenga una mirada larga para no terminar cambiando de tema cuando pasa la foto». ¿Estamos a tiempo? Dudas. «Estamos incapacitados social y políticamente para tener una mirada de altura», denunció el secretario general de Cáritas, quien no obstante invitó a lograr «que todo el dolor del mundo nos lleve a acoger el dolor concreto, y tener una mirada de justicia y misericordia», pues «sólo una fe herida es creíble».

El padre Ángel, en una breve alocución, recordó sus visitas a los campos en Grecia, pero también en Jordania, con el padre Carlos, y no quiso olvidar el drama de las concertinas en nuestra frontera Sur. «Todo esto debería provocarnos vergüenza y dolor», subrayó el sacerdote, pero «también sigue siendo una preciosa verdad la solidaridad», como día a día, demuestran desde Mensajeros, Cáritas y multitud de ONG, muchas de ellas con el Evangelio de Jesús como guía.

Para la hermana Julia García Monge, es importante que la Iglesia, y en especial la vida religiosa, ponga «la acogida y la promoción de la justicia en el centro de toda la pastoral», y que aprendamos a «vivir la acogida en las comunidades, las casas, hasta en los conventos vacíos«, como señalaba el Papa.  Con esta voluntad, la práctica totalidad de las congregaciones, recordó, «pusimos nuestros recursos materiales y personales para la llegada de los refugiados».

«Como los refugiados no llegaban, emprendimos una reflexión más profunda: por qué no trabajar la acogida no sólo con los ‘refugiados oficiales’, sino también con todos los que están viviendo en nuestro país en situaciones muy duras», recalcó García Monge. «Yo quiero ser fiel a la hospitalidad», apuntó, «hacernos compasivos con todo aquel que está sufriendo, además de la frontera este, tenemos la frontera sur«.

Finalmente, José Luis Pinilla subrayó la necesidad de «implicarse con la realidad vulnerable y herida de los refugiados», para, como dice Francisco (y el Evangelio), «colocar en el centro de la Iglesia las periferias». «También nosotros fuimos emigrantes, y la Iglesia no quiere que perdamos la memoria. Los cristianos somos un pueblo errante».

¿Qué podemos hacer como Iglesia? Para Pinilla, «lo importante no es tanto lo que yo hago con ellos, que lo es, sino prevenir, advertir, preguntarse por qué ha pasado, y dejarse ayudar por ellos. No hablar de ellos, no hablar sobre ellos, sino hablar desde ellos«.

http://www.periodistadigital.com/religion/solidaridad/2016/06/15/sebastian-mora

Mamá pata y la integración

Estos últimos días he participado en un Congreso europeo sobre Migraciones y Refugio en Alemania. Han sido unos días intensos por los debates, los encuentros y también por todo lo que estos temas me han movido internamente. Lo más interesante de esta cita, ha sido el gran nivel y pertinencia de los ponentes, la pluralidad y alta participación, el profundo debate generado, la presencia en primera persona de los que se ven obligados a dejar su tierra y el gran interés por encontrar luz sobre la realidad migratoria y de integración en Europa.

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Me resultó muy llamativo el discurso de integración de los países centro europeos sobre todo a raíz de los atentados en Bruselas, el testimonio de un sacerdote en Siria, el silencio de la Iglesia en los países del Este, el consenso eclesial desde Roma y también desde la gran mayoría de las conferencias episcopales en favor de los procesos de integración y refugio, el intenso debate en torno a “integración y religión”, sobre todo en lo relacionado al islam, y los brotes de xenofobia y extremismos en varios países europeos.

Asimismo, me llamó la atención la exposición de Günter Krings, el Secretario de Estado de Interior de Alemania, con las “recetas para la integración” en Alemania. Los dos ejes fundamentales son el aprendizaje del alemán y la incorporación al mercado laboral. Sin duda dos ejes esenciales para la integración, pero me llamó la atención la mirada tan focalizada y pienso que un tanto sesgada. Comentaba reiteradamente que si no aprendes el idioma acabas viviendo en guetos y pareciera que, desde este presupuesto, el radicalismo y la marginalidad son el siguiente paso. Todos sabemos que ya puedes dominar el idioma del país de recepción y trabajar que, si tienes un trabajo precario y solo puedes encontrar vivienda en barrios marginales, donde tus hijos van a colegios cercanos con un porcentaje muy alto de inmigración, los procesos de integración son muy complicados. Y no digamos cuando en muchos casos la creación de guetos se ve favorecida por los prejuicios de muchas personas que nunca alquilarían sus viviendas a un extranjero, o no darían apenas oportunidad para vivir la diversidad.

Escuchando las palabras de Günter me vino a la mente un acontecimiento que había vivido a pocos metros de la sala de conferencias esa misma mañana. Un suceso que, tal vez podría haber vivido en cualquier otro país europeo o del mundo. La escena se desarrolló en un parque cercano, junto a un estanque. Un día radiante de mayo en Alemania con más de 25°C, inusual para esta época del año, y sentado en la hierba charlando con un amigo.

Mamá pata camina por la hierba seguida por sus seis patitos aproximándose al estanque. Justo cuando iba a tocar el agua aparece un ave rapaz e intenta llevarse a uno de los patitos. Todos los que contemplábamos la escena hicimos ademán de cuidar que eso no ocurriera, y un joven que llevaba un bebe en sus manos movió el brazo que le quedaba libre cerca del agua, lo que hizo cambiar la trayectoria del ave, que huyó.

El joven tendría cerca de 30 años, tez morena y rasgos que recordaban a la India o Pakistán. Allí estaba junto a su esposa y su bebe. La poca gente que estábamos junto al estanque, después de lo ocurrido con el ave no le quitábamos un ojo a los patitos y a su madre. De repente, como si de una invasión se tratara, todos los patos del estanque acudieron al encuentro y no sabemos si era por la época de celo o qué, pero la pobre pata fue aplastada literalmente, y picoteada en el cuello, por más de 10 patos al mismo tiempo. Los seis patitos hacían lo que podían. Aquello no se podía consentir. Parecía una batalla campal. La pobre pata salía cada vez más débil de los envites, y el joven que seguía con el bebe en sus brazos intentaba asustar a los otros patos para que la dejaran respirar.

Junto al estanque había un sendero por el cual pasaba gente que iba de un sitio a otro. Algunos observan la escena y pasaban de largo, pero un par de personas se pararon. Primero una señora, que viendo lo ocurrido sin mediar explicación gritó al joven y le dijo que dejara a los patos tener sexo con la pata, que era muy sano y legítimo. Seguidamente otro hombre se paró y se puso a gritar contra el joven diciendo que lo iba a denunciar por maltratar a los animales y que iba a llamar a la policía. Incluso sacó su móvil e iba a hacerle una fotografía para llevarla a la policía.

El joven le decía: “¿no ha visto todo lo ocurrido? Yo mismo tengo hijos, una esposa y no podría consentir que esos patitos perdieran a su madre de esta manera sin hacer nada. Además, no estoy golpeando a ningún animal. Sólo les asusto porque la situación parece una batalla”. El hombre siguió increpándolo y diciéndole que iba a ir a la policía, que se fuera a maltratar a los animales a su país. El joven le contestaba que no sabía porque tendría que irse a su país, que estaba contento en Alemania, tenía un trabajo, respetaba a los demás y pagaba sus impuestos. El hombre siguió subiendo la voz y amenazando con ir a la policía, pero al final se fue. El rostro de la esposa del joven se veía triste. Creo que en él se podía leer la incomprensión, los prejuicios hacia su esposo y el poco tacto.

Un continuo en las personas que pasaban por el sendero que atravesaba el parque era la poca capacidad de observación: sus cascos escuchando música, mirada baja, caminar ligero,… Aun así, con capacidad instantánea para juzgar, sin apenas recabar información o mediar palabra ante un acontecimiento inesperado.

¿La integración se resuelve sólo con aprender el idioma o tener un puesto de trabajo? Como se ve, no siempre el idioma y el trabajo, otorgan inequívocamente un sendero hacia la integración. Además de muchos otros factores que influyen en la convivencia social y la inclusión, hay un humus básico que es necesario cultivar: el acercarnos al otro como un ser humano y no como un extraño o un enemigo; el mirar más allá de nuestros miedos y prejuicios al que viste de manera diversa, tiene distinto color de piel, otra religión o costumbres; el no juzgar a primera vista, sin intentar conocer, entender; y sobre todo en darnos cuenta que el encuentro con los demás nos enriquece. Así lo atestigua la historia de la humanidad, donde las sociedades más plurales han sido las más fecundas y prosperas.

https://albertoares.wordpress.com/2016/05/15/mama-pata-y-la-integracion/