El próximo día 18 de enero comienza la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se prolonga cada año hasta el 25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo, que este año tiene como lema «¿Qué espera el Señor de nosotros?», una pregunta que se encuentra en los escritos del profeta Miqueas (cf. Mi 6,6-8). Por otra parte, el próximo domingo, 20 de enero, se celebra la Jornada Mundial de las Migraciones, una iniciativa de la Santa Sede. Esto nos invita a hablar del fenómeno de las migraciones y de los retos ecuménicos que esta realidad plantea.
El Papa relaciona estos dos fenómenos –las migraciones y el ecumenismo- en el mensaje con motivo de la jornada que nos ocupa, que este año tiene como lema «Migraciones: peregrinación de fe y esperanza». Apunta el Santo Padre que la fe y la esperanza forman «un binomio inseparable en el corazón de muchísimos emigrantes», habida cuenta de que «hay en ellos el anhelo de una vida mejor, a la cual se une muchas veces el deseo de querer dejar detrás de sí la desesperación de un futuro imposible de construir».
Por otra parte, Benedicto XVI destaca que «la Iglesia no deja de poner de manifiesto los aspectos positivos, las buenas posibilidades y los recursos que comportan las migraciones» y realiza acciones de acogida que favorecen «una inserción integral» de los emigrantes, solicitantes de asilo y refugiados en el nuevo contexto sociocultural en el que viven, sin olvidar la dimensión religiosa.
En esta línea, recuerda el Papa que la Iglesia «está llamada a prestar una atención especial y a cuidar de este aspecto», y destaca que, en el caso de los inmigrantes cristianos, «la atención a la dimensión religiosa incluye también el diálogo ecuménico y la atención a las nuevas comunidades». Tratándose de los católicos, comporta «la creación de nuevas estructuras pastorales y la valoración de los diversos ritos».
Nuestra archidiócesis de Barcelona ha facilitado iglesias y equipamientos a las Iglesias católicas orientales y ortodoxas que tienen fieles en la archidiócesis para que puedan celebrar la fe y atender pastoralmente a sus miembros.
Inmigración y ecumenismo son dos realidades profundamente relacionadas. El fenómeno de la inmigración nos hace próximos a los seguidores de las grandes tradiciones religiosas, hasta ahora muy poco presentes entre nosotros. También nos acerca a los cristianos de otras confesiones o denominaciones, y especialmente a los católicos de ritos orientales.
Ante esta realidad, es oportuno recordar que el Concilio Vaticano II significó un gran esfuerzo ecuménico por parte de la Iglesia católica. Dos grandes figuras de 50 años atrás nos pueden servir como inspiradoras ante los nuevos retos del ecumenismo: Juan XXIII y el patriarca ecuménico de Constantinopla Atenágoras I.
De Juan XXIII, tanto en el diálogo ecuménico con los cristianos como en el diálogo con los fieles de otras religiones, siempre hemos de recordar aquel pensamiento tan suyo que nos invita a «potenciar más aquello que nos une que no aquello que nos separa. Y el patriarca Atenágoras lo decía con una breve sentencia: Iglesias hermanas, pueblos hermanos. El camino hacia la unidad de los cristianos ha de ser una fuerza unitiva y pacificadora en este mundo demasiado dividido y herido. Bien podemos decir que realmente esto es lo que espera el Señor de nosotros».
+ Lluis Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona