Ecos de la Asamblea SJM 2021
AL FIN DE LA BATALLA (Ecos de la Asamblea del SJM 2021)
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo”.
Es la primera estrofa del poema “Masa” del poeta y escritor peruano César Vallejo considerado como uno de los mayores innovadores de la poesía universal del siglo XX
Fue el primer eco que me vino a la memoria en las palabras iniciales de Luis Arancibía , Delegado del Sector Social al abrir la Asamblea del SJM junto a Mari Carmen Coordinadora del SJM
Porque nos invitaban a ese paisaje después de la batalla del Covid ( no terminada) . A dirigir la mirada para ver con ojos nuevos la misión desde la identidad propia del SJM . Y añadiendo la necesidad de Volver a la realidad, y Afinar la mirada. Para ver Cosas antiguas y cosas emergentes. Y preguntarnos ¿Qué hay de lo de siempre y que hay de lo nuevo?
Teníamos el guión . El esqueleto. Incluso el lema : “Resistencia , semillas de esperanza”. Pero faltaba la “encarnadura” que según la RAE es la “disposición atribuida a los tejidos del cuerpo vivo para cicatrizar o reparar sus lesiones” Se habla de tener buena, o mala encarnadura. En este caso Encarnadura de la buena. Porque el guión se encarnaba al principio en las palabras técnicas, reflexivas, emocionadas de los participantes …que nos desvelaban LOS ROSTROS que vemos en el diario acontecer de nuestro trabajo entre técnicos, voluntarios y gentes con las que tratamos y a quienes servimos. Y de quienes aprendemos en un viaje compartido ( viaje de ida y vuelta). Que ojalá lo fuera cada vez más al lado de los migrantes, refugiados etc que llaman a la puerta o con quienes convivimos. Son ellos los que tiran de nosotros , nos imantan, Y – por seguir con la imagen inicial – escucharles . Pues sin la escucha nuestro trabajo será el de combatientes en red , pero sin alma.
Es decir al lado de aquellos que tienen vida y nombre (identidad) aunque otros muchos pretendan quitárselos. La Vida y el nombre (identidad) . Ya que la dignidad nunca lograrán arrebatársela .
Para ello había que visibilizar donde están puestas las capacidades de las obras y las conexiones en red . Y para hacerlo había que hablar y conversar más de cerca. En Grupos pequeños . Para gustar y sentir la historia encarnada . De ahí las necesidades para acompañar, servir y defender a través DE LA PROTECCIÓN, LA ACOGIDA , LO RESIDENCIAL, LA INCLUSIÓN Y LA CONVIVENCIA. Que con estas cinco últimas cosas nos contagiamos si sabemos escuchar las lecturas vivas de tantos y tantos a quienes muchas veces se les trata “como si nunca hubieran sido” . Para seguir sirviendo más allá de los datos fríos e intentando contagiar a otros
Porque de eso va también el poema de Cesar Vallejo . Que en la sucesión de estrofas, va incorporando más gente para “intentar resucitar” al combatiente muerto
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Partiendo de la realidad migratoria que se nos transmite , esta se convierte en provocación y en preguntas : ¿Dónde debemos estar para cambiar las cosas? ¿Cómo identificar las necesidades?. PARA INTERVENIR , ACOMPAÑAR, FORTALECER Y SOSTENER . SENSIBILIZANDO E INCIDIENDO .Y a ello ayuda siempre el contexto del Encuentro: En La Ventilla y en el Centro P. Rubio. En Madrid . Lugares que son reflejo de los otros muchos en distintos territorios de dónde venían los 70 participantes de la Asamblea . Y que están impregnados de historias, retos y esperanzas. Si las paredes hablasen ¡¡
Y cuando la palabra se queda corta , la CELEBRACIÓN lo expresa: Para poder celebrar la semilla que resiste y se transforma en el pan y el vino de la EUCARISTIA . Celebración de la memoria subversiva de Cristo que alimenta la espiritualidad de la resistencia. Esa que según el Consejo mundial de las Iglesias evoca “la larga espiritualidad cristiana crítica del poder que ha dado a los desposeídos del poder, la fuerza y el coraje para oponerse a quienes abusan de él “. Y en esa misión activada y celebrada nos unimos a mucha más gente de los cinco continentes. Aunque el dolor y la muerte , la exclusión y el llanto siga existiendo .
Sigo con el poema :
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Por eso hay que seguir alimentándose y compartir las BUENAS NOTICIAS en el trabajo que desarrollamos y que nos ayudan en la resiliencia personal. Y si eso se hace vital y emocionalmente a través de HISTORIAS DE RESISTENCIA la marcha puede seguir manteniéndose. Porque los testimonios emocionan y …contagian. Y nos empujan como un reto –temblorosamente- a articularlos para el futuro de manera organizada y eficaz
Y todo se puede nombrar con una sola palabra escrita en la vela de los barcos para embarcarse en frágiles pateras de papel por los mares de la vida, remando siempre mar adentro . Porque el espíritu de la resistencia ya está latiendo en pequeñas semillas místicas, éticas y políticas.
Y así se transforma el corazón. Y la resistencia compromete hacia la transformación de la sociedad. Sin evadirnos de la realidad sino empujados para “dar un paso más”, o los necesarios saltos – como se decía en la asamblea- hacia la justicia social y la igualdad. Desde la inconformidad crítica y a la vez basados en la confianza y el apoyo entre la gente . Desde la actitud interior de cada individuo pero a la vez implicando a la comunidad humana , la cercana y la más amplia . Cada uno donde pueda y como pueda
Hasta llegar a lo que la estrofa final del poema nos dice:
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…
jose Luis pinilla martin s.j.
Mediterráneo
Un obispo – alemán- se » moja «
“El que quiera pescado que se moje…”. Os hablo de un “pescador” que tiene 66 años. Es un obispo y misionero alemán que trabajó la diócesis de Aliwal, en Sudáfrica, quien “empapado” por su experiencia de trabajo con refugiados africanos decidió embarcarse para trabajar en el rescate de migrantes en el Mediterráneo. Se llama Michael Wüstenberg.
Y su “jefe de misión”, el patrón del barco inauguró la última travesía con una pregunta: “¿Por qué estamos haciendo esto? A lo que contestó sencillamente: “Para salvar vidas. Para evitar que la gente se ahogue en el mar, para que nadie se quede atrás”, se llama Jan Ribbeck, vicepresidente de Sea-Eye. ‘Los ojos del mar’, un nombre precioso para el barco. Una misión que entiendo es cada vez más clara que nunca: rescates en el Mediterráneo el tiempo que sea necesario, porque cada vida cuenta. A eso se apuntó el obispo como un peculiar pescador.
En esta vida no hay que tener miedo a mojarse por uno mismo o por los demás. El compromiso de luchar por aquello que creemos, superar ciertos problemas, tomar decisiones difíciles, etc. siempre llega un momento donde hemos de “mojarnos” por alguien o por algo. Francisco en la audiencia jubilar de 2016 dijo: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir. La importancia de una persona siempre se basa en cómo sirve la fragilidad de sus hermanos” y lo ha repetido varias veces en distintos momentos.
Aquel que quiere obtener un logro o algo importante en su vida, debe esforzarse llegando incluso hasta el sacrificio. La comparación de esta expresión de mojarse hasta donde uno sepa y pueda, como se sabe, surge de la costumbre de pescar en los ríos con el agua hasta la altura de las nalgas, o bien, sentado en la playa, con lo que, en ambos casos, es inevitable mojarse las sentaderas. Embarrarse.
El gesto de este obispo va por estos derroteros. Ya la Instrucción pontificia ‘Erga migrantes caritas Christi’ pedía a los obispos que “se muestren especialmente atentos con los fieles migrantes, que pidan la ayuda necesaria a las Iglesias de proveniencia e instituciones dedicadas a la asistencia espiritual de los migrantes, y que dispongan la creación de las estructuras pastorales que mejor respondan a las necesidades”.
Y considera que dentro de su papel está la erección de parroquias personales y las misiones con “cura de almas”, así como nombrar capellanes/ misioneros, y que estos obren con espíritu de colaboración y comprensión con otras Iglesias”. Expresión de esto último es precisamente la misión donde se embarcó, pues es un proyecto financiado en gran medida por la alianza que cuenta con el apoyo de numerosas instituciones católicas y protestantes.
Es tarea muy episcopal –y ojalá no fueran noticias estos embarques sino que fuera labor cotidiana, simbólica o frecuente, pero provocadora al fin y al cabo, para salir a remar mar adentro, por supuesto, pero también, si me permitís, “mar afuera”. Mojarse, en definitiva, en este caso, por los emigrantes navegadores de tantos mares. Importancia que radica no solo desde el punto de vista de acción social (esta es solo una parte de su misión con ellos) sino de aprovechar la posibilidad de su enriquecimiento para con la Iglesia y la sociedad en muchísimos aspectos. Y más en la construcción y rejuvenecimiento imprescindible de las nuevas sociedades y comunidades, emergentes o no, que la globalización ha impulsado. Con tal de que el salitre de otros mares que la juventud permanente de la migraciones nos traen, nos empape también a nosotros.
¿No es esto la “Iglesia en salida”?. Para encontrarse con otro, para acoger a otro, hay que salir, hay que dejar espacio, dejar lo máximo de sí, sin dejar de ser uno mismo, para acoger el máximo del otro. El pastor a quien sigue el obispo alemán, Jesús, salió del Padre, y se despojó de su categoría divina para asumir nuestra condición humana, haciéndose uno de tantos. Jesús se hizo forastero (Mt 25). Se mojó. (Jose Luis Pinilla Martin )
MENAS de ojos abiertos
José Luis Pinilla
Me llevé la mano al corazón cruzando mi mirada –la mascarilla nos obliga a hablar desde los ojos, más abiertos si cabe– con la de un “mena” musulmán. En otro tiempo no pandémico le hubiera acariciado. Construyendo la ciudad de los abrazos y los cuidados. Otros, sin embargo, prefieren escupir desde muros, murales y palabras contra los “menas” con acusaciones simplistas, mentirosas, torticeras y que pueden favorecer el odio y la xenofobia. No hablo para los que ya están convencidos de apoyar a los menores migrantes no acompañados, sino para los que necesitan el empujón para acariciarlos (acoger, proteger, promover e integrar que diría el Papa) aunque sean extranjeros.
Yo quiero ser VOZ (con “zeta”) o susurro, uniéndome a las de muchas instancias propias o ajenas –con el prójimo, esta vez menor, vulnerable y sin voz– para convertirla en eco profético. En mi época en la Conferencia Episcopal, el fallecido presidente de la Comisión de Migraciones, Juan Antonio Menéndez, me dijo y escribió: “Un niño migrante no acompañado no tiene nada más que el día y la noche.
Pensemos, por un momento las penurias que tiene que sufrir cuando sale de su país con lágrimas en los ojos mirando hacia atrás donde deja a sus padres porque no le pueden dar un futuro digno. Con arrojo y valentía, el adolescente migrante mira hacia adelante, busca un mundo mejor. Se une a los adultos que huyen de la hambruna, de la guerra o de la falta de libertad. Sufre las penalidades propias del camino migrante sin el calor del hogar, sin poder estudiar y jugar, con hambre y con sed. Sus almas laceradas por la injusticia se reflejan en sus rostros trises, inmóviles y sin expresión”. Este será mi compromiso más allá de cualquier aviso electoral: “escuchar” lo que me dice la mirada de estos pequeños, que son muletilla electoral para arrojar al contrario y de los que posteriormente se olvidan pronto. Mirar con ellos. Hacerlo en su nombre me avergüenza dado el maltrato que les damos los que no somos ni menores ni extranjeros.
Convertir rostros en amenaza Algunos quieren convertir ese rostro y su mirada en amenaza e invasión solo por ser niños y migrantes. Quise buscar algún poema para contener la rabia contenida y decir con palabras mucho mejores que las mías –y con mucha más autoridad– la defensa evangélica imprescindible que nace de la rebeldía inmediata (audacia evangélica) en defensa de quien no se puede defender. Encontré muchos a partir de aquello de que “quien no sea como un niño no entrará en el Reino”. Me quedé con estas: “¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena? ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena”.
Los menores migrantes son el 0,2 por ciento del total de la población española. Y el autor de estos versos que uso para defender, como la Iglesia hace desde su fe junto a tantos colectivos sociales, es Miguel Hernández. Epígono de la generación del 27. Muerto en un centro de detención alicantino en 1942. No pudieron cerrarle los ojos, por lo que su amigo Vicente Aleixandre compuso la ‘Elegía en la muerte de Miguel Hernández’.) Te recomiendo leerla ante la mirada de los llamados menas. Y asombrado como yo, podrás repetir: “No lo sé. Fue sin música. Tus grandes ojos azules abiertos se quedaron bajo el vacío ignorante”. Y oirás: “Huye! ¡Escapa! No hay nadie”. Como huyen de su trágico destino y de las, a veces, inmisericordes propuestas que les hacen. Simplemente porque son extranjeros “antes” que niños.
Quiero el Amor evangélico “traducido” por Vicente Aleixandre: “¿Quién dijo que el hombre ama? ¿Quién hizo esperar un día amor sobre la tierra? ¿Quién dijo que las almas esperan el amor y a su sombra florecen? ¿Que su melodioso canto existe para los oídos de los hombres?”. Lo dijo aquel que fue niño migrante y no bien recibido por los suyos, mirando, con los ojos abiertos desde lo alto de la cruz. Antes de que se los cerrara