EL PAIS – SOCIEDAD
Antonia Núñez, de 25 años, malagueña de Benarrabás y gitana, recuerda una frase que su madre solía decirle cuando estaba a punto de terminar el instituto: “Si repites Bachillerato no pasa nada. Tú repite”. Pero ella aprobó, se apuntó a un grado superior de Educación Física y cuando lo terminó, dio el salto a la universidad e hizo Trabajo Social. Así se convirtió en el primer miembro de su familia con estudios superiores y en un motivo de orgullo para aquella madre a la que le daba miedo que su hija saliera del nido y se mudara a un piso de estudiantes en Sevilla desde su pueblo de 600 habitantes. “Ahora soy el ojito derecho de mis padres y un referente para mis primos pequeños”, admite.
A Antonia, como a muchas mujeres gitanas, le ha tocado romper barreras y protagonizar una evolución lenta, pero continua, en la que algunos ven semejanzas con la que vivió la mayoría paya durante la Transición española. “El cambio es similar, pero llega más tarde”, cuenta el director general de la Fundación Secretariado Gitano (FSG), Isidro Rodríguez. Es ahora cuando más se está visualizando esta transformación de la sociedad gitana y, en especial de la mujer, pero Rodríguez asegura que el proceso empezó hace años. “La sociedad gitana española ha cambiado mucho. Pero la sociedad general no se ha enterado”, apunta. Sigue leyendo




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