Combatir la Trata de Personas, una urgente necesidad para la Iglesia Católica en Brasil

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Es necesario organizarse para que sea suprimida», subraya el obispo de Balsas

 «Exigimos que la pobreza sea erradicada, muchas de las víctimas son consecuencia de ella»

Luis Miguel Modino, 29 de junio de 2017

 Un esfuerzo para dar mayor visibilidad a esta problemática tanto dentro de la Iglesia como en toda la sociedad.

(Luis Miguel Modino, corresponsal en Brasil).- El combate de la Trata de Personas, que se hace presente en la sociedad brasileña de diferentes modos, que van desde la explotación sexual de mujeres y niños al trabajo esclavo e infantil, pasando por el tráfico de órganos, se ha convertido en una necesidad cada más urgente para la Iglesia Católica en Brasil.

El año pasado fue formada la Comisión Especial de Enfrentamiento a la Trata de Personas de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, CNBB, de la que forman parte cuatro obispos, y que nació de un grupo de trabajo que durante cuatro años ha venido dando pasos y agregando diferentes entidades. El puntapié inicial fue dado con la Campaña de la Fraternidad de 2014, que tuvo como tema de reflexión la Trata de Personas, lo que ayudó a tener un mejor conocimiento de esa lacra tanto dentro como fuera de la Iglesia.

Para continuar avanzando en ese arduo camino, esta comisión, formada por unas veinte personas y en la que están representadas varias entidades que trabajan en la prevención y enfrentamiento de la Trata de personas, se ha reunido en Brasilia los días 27 y 28 de junio, con el objetivo de reflexionar sobre el papel de la comisión, definir el plano de acción para los dos próximos años y distribuir tareas.

Según Monseñor Enemesio Ângelo Lázzaris, obispo de Balsas, Presidente de la Comisión Pastoral de la Tierra y de esta Comisión de Enfrentamiento de la Trata de Personas, el hecho de «ser comisión da más visibilidad y autoridad, tanto dentro de la Iglesia como en la sociedad, al trabajo que estamos haciendo».

El Presidente de la Comisión resalta que al mismo tiempo que «es necesario organizarse a partir de nuestras comunidades y diócesis para que la Trata sea suprimida, necesitamos de colaboración por parte de las instituciones públicas». La Iglesia tiene que «exigir que la pobreza sea erradicada, pues muchas de las víctimas de la Trata son consecuencia de sus malas condiciones de vida». Tampoco se puede ser ingenuos, pues son «grupos organizados, mafiosos que controlan ese mercado y consiguen gran rentabilidad, dinero que sale de la explotación del ser humano».

 

Como señalaba Sergio Coutinho, profesor del Centro Universitario IESB, al analizar el momento por el que pasa el país, Brasil pasa por «un momento socio-político y económico decididamente esquizofrénico y con innumerables pérdidas para la clase trabajadora».

A partir de aquí, Franscisco Alan Santos Lima, miembro de la Coordinación de la Campaña de Combate al Trabajo Esclavo de la Comisión Pastoral de la Tierra, insistiendo en lo que también señalaba Monseñor Lázzaris, ve necesario que el Estado garantice los derechos de los más vulnerables, en todo lo que hace referencia al trabajo, sanidad, educación y acogida de quienes vuelven después de haber sido víctimas de la Trata, castigando a quienes la promueven y ayudando a quienes la combaten, que hoy son pequeñas instituciones con pocos recursos, llevando a cabo un trabajo de prevención en escuelas, universidades, Iglesias, comunidades, para tener información y que no caigan en esas redes que matan la vida y convierten al ser humano en un objeto.

La importancia de este encuentro y de esta comisión de la CNBB está, en palabras de Monseñor Evaristo Spengler, obispo de la Prelatura de Marajó, en la Amazonia brasileña, en el deseo de «querer atajar esta realidad que se repite en muchos lugares de Brasil». El obispo ve necesaria «una buena articulación», lo que se debe traducir en formación, colaboración con otras instituciones y asistencia a las víctimas. Llevar a cabo esta labor va a hacer posible, en opinión de Monseñor Spengler «que la Iglesia salga fortalecida», pero sobre todo que las diócesis puedan «atender mejor a las personas que sufren este tipo de explotación».

 

La Trata de Personas es una realidad compleja. Por eso, como destaca Rogenir Almeida Santos Costa, que forma parte de la organización Catholic Relief Services, «el desafio permanente es comprender esa realidad, pues cada día existen nuevas situaciones y factores relacionados con la Trata de Personas y el trabajo esclavo». En su opinión, es necesario «entender donde están las causas y como enfrentar esa realidad a partir de la coyuntura brasileña». Al mismo tiempo también insiste en la necesidad de que la Iglesia presione al gobierno, que cada día promueve nuevos retrocesos, para que no se pierdan los derechos sociales conquistados en ese campo.

Es necesario constatar el trabajo de suma importancia que está siendo realizado por diferentes pastorales, organismos y movimientos en la Iglesia brasileña, a través de oficinas de formación en las comunidades, escuelas y también fuera de los espacios eclesiales.

Franscisco Alan Santos Lima, resalta la labor de la Pastoral de la movilidad humana, la pastoral de los emigrantes, la Red Un Grito por la Vida de la Conferencia de los Religiosos, que desde hace diez años viene llevando a cabo un gran trabajo en lo que hace referencia al combate de la explotación sexual de niños y adolescentes, así como de mujeres que son traficadas tanto dentro como fuera de Brasil, la Comisión Pastoral de la Tierra, que trabaja en el combate del trabajo esclavo, la Pastoral de la Mujer Marginada, la Pastoral de la Infancia, la Pastoral de la Salud.

Combatir la Trata de Personas nos lleva a descubrir problemáticas que afectan a personas concretas, como las niñas de la Prelatura de Marajó, que a partir de los seis años ya son víctimas de la explotación sexual, muchas veces por parte de los propios familiares y vecinos. En este sentido, Monseñor Evaristo Spengler, relataba el ejemplo de una madre a quien visitaba la semana pasada, cuya hija había sido traficada y estuvo seis años y tres meses sin noticias de ella. Una realidad que, en palabras del obispo «se repite y causa mucho sufrimiento en la región de Marajó».

Es cada vez más necesario, según Rogenir Almeida Santos Costa, buscar un trabajo en conjunto entre las diferentes organizaciones que forman parte de la Iglesia Católica en Brasil y llevan a cabo una labor para enfrentar la Trata de Personas, profundizar en los problemas y repensar y articular el trabajo, hacer un esfuerzo para dar mayor visibilidad a esta problemática tanto dentro de la Iglesia como en toda la sociedad.

Al mismo tiempo, la comisión necesita, en palabras de Monseñor Enemesio, creer en el trabajo de la propia comisión y hacer una labor cuerpo a cuerpo, que ayude a superar la invisibilidad, pues la sociedad no tiene noticias sobre esa lacra, ya que los grandes medios de comunicación no informan, pues esto es algo sobre lo que no se quiere hablar. Hay que avanzar en organización, contar con la presencia de personas especializadas y exigir respuestas prácticas concretas por parte del Estado, algo difícil en un país que en pocos meses ha cambiado tres veces al Ministro de Justicia.

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