CRONICA DEL ENCUENTRO
Mosta, Malta,
El acercamiento al fenómeno migratorio en Europa es víctima de una serie de esquizofrenia. Mientras Europa reconoce cada vez más derechos a los migrantes regulares, continua a gestionar la movilidad humana como una cuestión meramente económica. ¡El migrante no es una mercancía que se pueda importar o exportar como te plazca! Un acercamiento al fenómeno migratorio que no tenga en cuenta todas las dimensiones de la persona humana y de la realidad social y cultural de cada nación, está destinado a generar exclusión, marginalidad y tensiones sociales.
El acercamiento pastoral que la Iglesia propone, obliga a cuantos están implicados a un realismo en el modo de mirar la realidad de las personas y de la comunidad de migrantes, evitando por ello reducir las cuestiones y problemática del tema a valoraciones meramente económicas, sociológicas o de carácter político. Esto es lo que ha salido en los dos días de trabajo que ha promovido el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), para los obispos y directores nacionales que trabajan en la pastoral de los migrantes y refugiados que se han celebrado en Mosta (Malta) del 2 al 4 de diciembre de 2013.
En Malta, los obispos y responsables para la pastoral de los migrantes, han mostrado su preocupación por las situaciones en las que los refugiados y los que piden asilo político, no son respetados en su dignidad.
La política europea y la de los Estados no puede no basarse sobre el respeto de la persona el reconocimiento del valor y de la importancia de la familia. Todo movimiento migratorio debe desarrollarse en el marco de la legalidad. En caso contrario, el orden público de los países, meta de migraciones, corre el riesgo de perder interés haciendo a estos países poco atractivos para la inmigración. En todo caso, los criterios de la caridad y de la legalidad deben ser observados.
Una sana “política” migratoria debe favorecer la participación activa de la sociedad de los migrantes, facilitando su inserción en la vida ocupacional. Una actividad permanente que les permita el propio sostenimiento o de responder a las necesidades de la propia familia, parece fundamental en el proceso de integración: de hecho, constituye el medio principal para que el emigrante pueda iniciar una “nueva” vida. Al mismo tiempo, esta política siempre debe estar sostenida de esfuerzos para afrontar las formas de injusticia económica y social al interno de cada país y a nivel global (abusos de enteras regiones, destrucción del ambiente en muchos países pobres, guerras injustas…).
Para los muchos refugiados que llegan a Europa, a través de sus fronteras al sur y al este, la Iglesia busca, por cuanto la es posible, estar presente con varias realidades e iniciativas (centros de acogida, dormitorios, centros para niños, cursos de idiomas…). La Iglesia no busca sustituir al Estado, pero no puede no sentirse interpelada por el sufrimiento humano, material o espiritual. La Iglesia tiene la vocación de estar próxima para buscar y acompañar el camino de toda persona, siguiendo a su señor. En este sentido, el tema “familia e inmigración” ha sido objeto de una particular atención. Una justa pastoral del migrante no puede prescindir de su necesidad de afectos, a tener una familia y a sentirse parte de una comunidad.
Al mismo tiempo, las migraciones constituyen un verdadero desafío para la comunidad cristiana porque pone en evidencia su capacidad de acoger y gestionar la diferencia. El pluralismo no debería ser concebido como la contraposición de mundos antagónicos, sino como la complementariedad de riquezas multiformes. Por otro lado, los participantes en varias ocasiones han insistido sobre el hecho de que no es suficiente ofrecerles lo que se tienen, es necesario aprender a ofrecerles lo que se es.
Acoger y amar, es tomar en serio la humanidad de las personas, permitiendo a cada cual de ser él mismo. Es obrar de tal manera hasta el punto de hacer posible de que el otro exista sin que por ello deba sentirse amenazado por su diferencia. Desde hace muchos años la Iglesia mantiene contactos entre la comunidad de partida y de llegada. La cooperación entre las iglesias locales constituye cada vez más una dimensión del trabajo pastoral. Esta cooperación no es debido a las exigencias sociológicas o de eficacia.
Está en juego el ser y la identidad de la Iglesia. Una cooperación así entendida no se reduce a un dar, es también un recibir: el migrante tiene ciertamente necesidad de ayuda, pero también es una riqueza para la comunidad que sabe acogerlo.
Finalmente, parece importante dar contenido a las palabras que se usan. Términos como “asimilación”, “integración” muchas veces aparecen inadecuados o incompletos, principalmente si les usamos en ámbito eclesial. La cultura del encuentro, cuyo método lo constituye el salir al encuentro y asumir el encuentro del otro, pide que el fenómeno migratorio sea concebido no solamente como un desafío que llama a la caridad, sino también como una ocasión de enriquecimiento de la comunidad eclesial.
A lo largo del encuentro promovido por la sección “Migración”, Comisión Caritas in Veritate de la CCEE, presidida por el cardenal Josip Bozanié di Zagreb los participantes han visitado el centro cerrado de Hal Safi para los que solicitan asilo y un centro en Balzan, que gestiona la Iglesia local. Particularmente el centro de Balzan constituye un feliz ejemplo de cómo es posible conciliar evangelización y acción social: la fe que engendra las obras y las obras que testimonian la fe.
PONENCIA INTRODUCTORIA
Cardenal Josip Card. Bozanié arzobispo de Zagreb
Responsable de la Sección de Migraciones de la Comisión Caritas in Veritate
- En nombre de la Presidencia de la CCEE y en particular de la Comisión Caritas in Veritate de la CCEE estoy contento de poder saludar a todos los participantes a este encuentro. De un modo particular, deseo agradecer a su Eminencia el Card. Antonio Veglió por su presencia aquí entre nosotros. Quiero extender mi agradecimiento muy especial a todos los miembros de la Conferencia Episcopal de Malta: A su Excelencia Mons. Paul Cremona, Arzobispo de Malta, al Obispo Auxiliar Mons. Charles Scicluna, a S.E. Mons. Mario Grech, Presidente de la Conferencia Episcopal Maltesa y Obispo de Gozo, al Padre Alfred Vella: gracias por todo el empeño que habéis dedicado en la preparación de este encuentro pero también por todo aquello que en nombre de la Iglesia habéis hecho y seguís haciendo por los muchos refugiados que llegan a Malta.
Saludo cordialmente y agradezco por la acogida que nos han dado, también los ministros de la República Maltesa aquí presentes.
Saludo a todos los participantes a este nuestro encuentro: ¿os agradezco por haberos adherido a nuestra invitación! La tarea de la pastoral para los migrantes y refugiados nosotros lo vemos muy bien resumido en el testimonio que vosotros mismos ofrecéis: ser para estos hombre y para estas mujeres un sostén, defenderles de los malos intereses de los que ven en ellos únicamente una mercancía de cambio y antes que nada, ser para los migrantes en Europa, la presencia y el abrazo de Cristo que sale a su encuentro para amarles y revelarles que a los ojos del Padre cada vida humana tiene un valor inestimable.
- Permitidme algunas reflexiones sobre el tema de nuestro encuentro con el título “La Pastoral para los migrantes y refugiados entre integración e inclusión”, y sobre los desafíos que tienen lugar en Europa del impresionante fenómeno de la movilidad de las personas en nuestro continente.
En primer lugar el horizonte dentro del cual toman forma estos encuentros que organiza la CCEE para los delegados de las Conferencias Episcopales de la Pastoral de los migrantes. Es justamente la actividad pastoral de la Iglesia hacia los migrantes (sean trabajadores legales o ilegales que se trasladan del interior de Europa o que proceden de otros continentes, sean ellos estudiantes, refugiados o que piden asilo).
El acercamiento pastoral que la Iglesia propone, obliga a todos los que están implicados antes que nada, a un realismo en el modo de ver la realidad de las personas y de la comunidad de migrantes, evitando por ello de reducir la cuestión y la problemática del tema a valoraciones netamente económicas, sociológica o de carácter político.
Todas las dimensiones de la vida humana la interesan a la Iglesia y a través del Evangelio Jesús, ofrece a todos los hombres la Palabra que ella sola está en grado de llenar la vida de abundancia y alegría.
El punto de partida para nosotros, en cuanto pastores, es siempre la persona humana en cuanto tal y en su totalidad. En su cuerpo y en su espíritu, en el propio íntimo y en la vida social, en la familia y en el trabajo, siempre la persona es una unidad y jamás puede ser concebida como una moneda. El método “realista” de la pastoral que estamos hablando, exige por tanto una presencia concreta y cercana a la persona hasta el punto de saber reconocer el nombre y el rostro de cada uno que encontramos. Solamente esta cercanía permite el encuentro que es el secreto del método de Jesús y que, como tantas veces insiste el Santo Padre Francisco, permite el desarrollo de una cultura del encuentro que lucha contra la moderna cultura del deshecho donde las personas son consideradas como objetos o problemas a resolver.
Cristo ha venido a buscar a cada persona y el método con el que se acerca hoy es siempre el mismo, justamente igual que hace dos mil años: se hace próximos al hombre de hoya a través de sus discípulos que manda en su nombre para acercarse a cada uno. Muchas veces la pastoral de los migrantes garantiza esta presencia en un modo que las parroquias locales no logran asegurar, porque a causa de la lengua y de la cultura, hay necesidad de personas que puedan hacer sentirse a cada uno, acogido como en casa.
- En este sentido, estoy contento porque tendremos tiempo de reflexionar juntos sobre la cooperación entre las iglesias locales en este ámbito. No serán seguramente y solo las varias “estructuras” construidas por mano de hombre a poder desarrollar una buena pastoral de los migrantes; es necesario un modo de vivir la pastoral donde el yo de cada uno y las riquezas culturales con las que cada uno llega, sean acogidas, respetadas y promovidas. La cooperación entre las iglesias locales y las misiones nacionales o lingüísticas es muy importante. Tengamos cuidado de no proponer la idea de que estos sean la concurrencia o que una fórmula deba sustituir a la otra. Como puede observarse en tantos lugares de Europa donde existe una sana cooperación, cuando las iglesias de origen se empeñan en el acompañamiento de sus propios hijos que salen hacia otros países y las iglesias de los países que acogen los migrantes son verdaderas iglesias evangelizadoras y acogedoras, solo entonces, con el pasar del tiempo y con paciencia y a veces después de una o dos generaciones, la belleza de la comunión de fe fructificará. De esta manera, la integración se hace posible sin forzar una inclusión en poco tiempo, como ha escrito el Santo Padre Francesco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium: “La comunidad evangelizadora se dispone para “acompañar”, acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por muy duros y prolongados que sean, conoce las largas esperas y la paciencia apostólica. La evangelización emplea mucha paciencia”.
- A veces la sociedad y también la Iglesia se enfrentan con ideas y proyectos políticas que desgraciadamente no tienen como horizonte el bien común y la justicia sino únicamente los intereses de una parte. El hecho que la Iglesia tome las riendas no solamente de la justicia sino también de la enseñanza de la caridad, por un lado la hace ser verdadera defensora de la justicia –cuando se ama a una persona se lucha por la justicia- pero por otro lado garantiza que no cesará de abrazar a cada persona incluso allí donde falte la justicia. Aunque cuando el mundo hace distinciones entre personas, la Iglesia, siguiendo al Señor Jesús, no lo hace jamás. De hecho, con frecuencia, la Iglesia es la única voz y el único rostro que se acerca y que defiende a cada uno a prescindir de toda discriminación. Ciertamente la tarea de la Iglesia no es la de cambiar el mundo a través a una estrategia política, sino de llevarlo al encuentro con Cristo. La presencia de Jesucristo en la vida siempre empuja a quien ya lo ha encontrado a “salir fuera”, a unirse con quien más sufre, a buscar la justicia y por tanto, a convertirse en levadura de un mundo mejor, como recuerda el Papa en el Mensaje de la Jornada Mundial de Migraciones y del refugiado 2014.
En una palabra, el encuentro lleva a la conversión que cambia el mundo.
Muestra presencia aquí en Malta nos empuja a no olvidarnos de las muchas personas a través del mar Mediterráneo en condiciones inhumanas a la búsqueda de un mundo mejor con un sueño entre sus manos que con frecuencia se convierte en una pesadilla . La Unión Europea y los diferentes países europeos no pueden cerrar los ojos ante el drama de estas gentes y dejar toda la responsabilidad sobre las espaldas de los individuales países de frontera. Al contrario, deben empeñarse cada vez más siguiendo las profundas raíces y heredad que Europa ha recibido de la fe cristiana. Ayudando tanto a las personas como a las comunidades y a los individuales países de origen y de llegada, con el fin de que la justicia y el bien común no sean pisoteados.
Tampoco olvidemos a todos aquellos que a causa de la crisis económica de Europa están llamados con frecuencia a buscar un trabajo lejos de sus casas, Este hecho nos obliga hacia una atención pastoral con todas estas personas porque, como recuerda el Papa Benedicto, la crisis sea una oportunidad y no decaiga en un secularismo materialista.
- Cuanto los problemas humanos se miran exclusivamente a través de una lente económica se produce una reducción antropológica tan fuerte que –como ha sucedido con el marxismo- ninguno logrará permanecer en paz. Justamente por esto es necesario un sincero empeño por parte de la Comunidad internacional por la paz y el desarrollo de los países africanos.
El desarrollo, sin embargo, no puede considerarse fin en sí mismo como una ideología a alcanzar: el verdadero progreso es lograr el bien que el corazón humano, creado por Dios y para Dios, busca continuamente. Mantener vivo en el corazón del hombre, también el del emigrante o refugiado que se siente solo o que no es bien acogido, esta sed de Dios y testimoniar el amor de Dios que sale al encuentro de cada uno de nosotros; esta es una tarea de una Iglesia viva que acoge pero que también se hace compañera del camino en los viajes que sus hijos emprenden. Estas personas, que no se dejan homologar o reducir a deseos económicos, son los verdaderos protagonistas de una nueva cultura.
La persona nunca es un ser aislado; pertenece a una comunidad y, de un modo particular, a una familia. ¡No podrá jamás haber una política migratoria justa si esa no presupone la familia como su base! y ¡no habrá jamás un desarrollo integral fuera de esta dimensión comunitaria! El papa también escribe en su reciente Exhortación Apostólica: “El individualismo postmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de las relaciones entre las personas y desnaturaliza los vínculos familiares. La acción pastoral debe mostrar aún mejor que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que cure, promueva y refuerce los vínculos interpersonales.” (EG 67).
San Pablo, que ha naufragado en estas playas y que ha dejado una fe viva y enraizada en este pueblo, nos ha enseñado la necesidad de salir al encuentro de todos, también de los que llegan de Países lejanos o dejan la propia casa. Pongamos en las manos del gran evangelizador este nuestro encuentro y las reflexiones que de aquí saldrán, pidiendo su intercesión con el fin de que la gracia de Dios haga germinar aquello que el Espíritu Santo nos sugerirá aquí.
Cooperación entre las Iglesias para el cuidado de los emigrantes y refugiados
Ponencia de Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos, Obispo de Albacete ( España), Presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones
“La Iglesia no ha llegado a ser universal y multicultural en el curso de su historia, lo es por su origen de comunidad de creyentes abierta al mundo entero. La Buena nueva se dirige a toda la creación, no está restringida a un grupo cultural o ciertas razas. Nunca es una Iglesia nacional, siempre es universal…. Tenemos que estar siempre listos para rechazar la tentación de Babel, para poder buscar los caminos que nos permitan vivir Pentecostés. La unidad que buscamos no es la de la uniformidad. Nos inspiramos en la unidad del Dios trino, a la vez uno y distinto, religado esencialmente por el amor (Kurt Koch, obispo de Bâles)
1.- Introducción:
Probablemente en todas nuestras Conferencias Episcopales hemos tratado reiteradamente el tema de la cooperación entre Iglesias. Tengo delante un texto de la Conferencia Episcopal Española, de 3 de marzo de 2011, cuyo título coincide casi literalmente con el que me ha sido asignado para esta intervención. Bastaría con cambiar lo de cooperación “misionera” por cooperación “para el cuidado de los emigrantes y refugiados”. Todo lo que se ha dicho sobre cooperación, referido a la missio ad gentes , es válido también en el campo de las migraciones. La experiencia de la misión ad gentes puede ser paradigmática tanto en lo referente a la cooperación entre Iglesias como en el trabajo evangelizador. Las gentes no sólo están allende los mares; muchos viene viven ya aquí, entre nosotros, son inmigrantes .
En numerosos documentos se nos exhorta a los obispos a esta cooperación. El Pontificio Consejo nos señala posibilidades diversas, desde la “Exul Familia” hasta “Erga migrantes caritas Christi”.
Me propongo tres pasos : primero, recordar alguno textos significativos del Magisterio en que se nos exhorta a la cooperación. La rememoración intensifica las convicciones y ablanda las resistencias que en nosotros pudieran existir. Son tantos los campos que reclaman nuestra solicitud pastoral que, sin darnos cuenta, los límites de nuestro horizonte pueden acabar coincidiendo con los de la Diócesis. En segundo lugar recordaré algunas experiencias de colaboración ya realizadas. Finalmente apuntaré algunas otras posibles pistas de colaboración.
Nuestra iglesia ha recibido la gracia y, por tanto, la gozosa obligación de ser signo de comunión y colaboración en medio de un mundo globalizado, pero con fuertes divisiones y con intereses nacionalistas fuertes: ”La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos”(Caritas inveritate,19)
La globalización, con el creciente fenómeno de la movilidad y la imposibilidad de responder individualmente a los desafíos, reclaman intensificar en cantidad y en calidad la colaboración entre Iglesias. La Iglesia no tiene fronteras. La llamada a la colaboración resuena, pues, con especial fuerza hoy.
2.- La cooperación en el Magisterio de la Iglesia.
En la carta apostólica “Novo Millenio Ineunte” de le Beato Juan Pablo II, que trazaba los rasgos del programa pastoral para el nuevo milenio, leemos: «Otro aspecto importante, en que será necesario poner un decidido empeño programático en el ámbito tanto de la Iglesia universal como de las Iglesias particulares, es el de la comunión (koinonía) que encarna y manifiesta la esencia misma de la Iglesia. La comunión es el fruto y la manifestación de aquel amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da (cf. Rom 5, 5), para hacer de todos nosotros «un solo corazón y una sola alma» (Hch. 4, 32). Realizando esta comunión de amor, la Iglesia se manifiesta como «sacramento», o sea, «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano».
Con estas palabras el Beato Juan Pablo II no sólo recogía y sintetizaba la doctrina del Vaticano II sobre la Iglesia como comunión, sino que le hacía dar un paso adelante: «La comunión encarna y manifiesta la esencia misma del misterio de la Iglesia», dice el Papa. La Iglesia es, pues, comunión. La comunión tiene su expresión en la cooperación.
El texto citado señala la fuente de que mana esta corriente de comunión y la consiguiente exigencia de colaboración: De “aquel amor que, surgiendo del corazón del eterno Padre, se derrama en nosotros a través del Espíritu que Jesús nos da”. La cooperación no es demandada, pues, sólo por exigencias sociológicas o de eficacia. Está en juego el ser y la identidad de la Iglesia.
La Exhortación postsinodal “Ecclesia in Europa” se expresaba con idéntico sentido, refiriéndose, en este caso, a las Iglesias de Europa: “La fuerza del anuncio del Evangelio de la esperanza será más eficaz si se une al testimonio de una profunda unidad y comunión en la Iglesia. Las Iglesias particulares no pueden estar solas a la hora de afrontar el reto que se les presenta. Se necesita una auténtica colaboración entre todas las Iglesias particulares del Continente, que sea expresión de su comunión esencial; colaboración exigida también por la nueva realidad europea. En este contexto se debe situar la contribución de los organismos eclesiales continentales, comenzando por el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas. Este es un instrumento eficaz para buscar juntos vías idóneas para evangelizar Europa (cf. Discurso a los Presidentes de las Conferencias Episcopales Europeas , 16 de abril 1993) . Mediante el “intercambio de dones” entre las diversas Iglesias particulares , se ponen en común las experiencias y las reflexiones de Europa del Oeste y del Este , del Norte y del Sur , compartiendo orientaciones pastorales comunes; por tanto, representa cada vez más una expresión significativa del sentimiento colegial entre los Obispos del Continente, para anunciar juntos, con audacia y fidelidad, el nombre de Jesucristo, única fuente de esperanza para todos en Europa.(Juan Pablo II , Exhortación postsinodal “Ecclesia in Europa”, 28 junio 2003, n. 53)
En el mensaje para la Jornada de las migraciones del próximo 2014, el Papa Francisco apela a la cooperación internacional y a la colaboración entre países para afrontar el fenómeno de las migraciones: “La realidad de las migraciones, con las dimensiones que alcanza en nuestra época de globalización, pide ser afrontada y gestionada de un modo nuevo, equitativo y eficaz, que exige en primer lugar una cooperación internacional y un espíritu de profunda solidaridad y compasión (… ) El Papa Benedicto XVI trazó las coordenadas afirmando que: «Esta política hay que desarrollarla partiendo de una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de destino de los emigrantes; ha de ir acompañada de adecuadas normativas internacionales capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar las exigencias y los derechos de las personas y de las familias emigrantes, así como las de las sociedades de destino» (Cart. enc. Caritas in veritate, 19 junio 2009, 62). Trabajar juntos por un mundo mejor exige la ayuda recíproca entre los países, con disponibilidad y confianza, sin levantar barreras infranqueables. Una buena sinergia animará a los gobernantes a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que están entre las causas de las migraciones, en las que las personas no son tanto protagonistas como víctimas. Ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno…” ( Mensaje del Papa Francisco para la Jornada de Migraciones 2014)
Si ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades inherentes a este fenómeno, parece que tampoco lo puede afrontar cada Iglesia por si sola. Nuestra colaboración puede ser un signo elocuente, que señale el camino a los diversos países. Parece coherente que lo que pedimos a los gobernantes, empecemos por exigírnoslo a nosotros mismos.
Promover la cooperación es, por otra parte, como ya se ha insinuado, una especial obligación de los Obispos ”Toda acción del Obispo realizada en el ejercicio del propio ministerio pastoral es siempre una acción realizada en el Colegio ..Cada Obispo es simultáneamente responsable, aunque de modos diversos, de la Iglesia particular, de las Iglesias hermanas más cercanas y de la Iglesia universal” (Juan Pablo II, Exhortación postsinodal Pastores Gregis, octubre 2003, n. 59)
Nuestra estrategia de colaboración no se basa en el modelo de los Estados, para los cuales quien tiene recursos tiene el mando en la negociación. El estilo de nuestra cooperación está formulado lapidariamente en Redemptoris Missio (cf. n. 18): “Cooperar quiere decir no sólo dar, sino también recibir”. Este principio había sido desarrollado en el año 1982 por el Papa con motivo del 25 aniversario de la “Fidei Donum”. Tenía muy presente el Papa a las nuevas Iglesias: “Aparece así el concepto muevo de cooperación entendida , no ya en “un sentido único” como ayuda dada por las Iglesias de antigua fundación a las Iglesias más jóvenes, sino como intercambio recíproco y fecundo de energías y de bienes, en al ámbito de una comunión fraternal de Iglesias hermanas, superando el dualismo “Iglesias ricas”-“Iglesias pobres”, como si hubiera dos categorías distintas: Iglesias que “dan” e Iglesias que “reciben” solamente. Existe en realidad una verdadera reciprocidad, pues la pobreza de una Iglesia que recibe ayuda, hace más rica a la Iglesia que se desprende donando. La misión pasa a ser, pues, no sólo ayuda generosa de Iglesias “ ricas” a Iglesias “pobres”, sino gracia para cada Iglesia, condición de renovación , ley fundamental de vida “(cf.AG 37; Postquam apostoli,14-15)
3- Experiencias históricas de colaboración entre Iglesias
Es justo y es estimulante reconocer que en el pasado ya fue una realidad espléndida la colaboración entre Iglesias. Ahí está la realidad de las “misiones”.
Los flujos migratorios provocaron que no pocas Iglesias de origen se hiciesen cargo de sus emigrantes en los países de destino. Así sucedió en los siglos XIX y XX en los que encontramos los grandes ejemplos de santa Francisca Cabrini y del beato Scalabrini .
España, mi país, y lo mismo se puede decir de otros como Italia, Portugal, Polonia … hemos conocido la generosidad de muchos sacerdotes que dejaron sus casas para seguir y acompañar a los emigrantes en diversos países europeos. Y hemos conocido asimismo la generosidad de las Iglesias que los acogieron. Un buen número de estos sacerdotes siguen desarrollando su misión todavía hoy, a la luz de la nueva evangelización. Como ejemplo significativo, todavía se mantienen cerca de cuarenta capellanías españolas en Alemania, que han contado siempre no sólo con un generoso apoyo económico, sino también con otros recursos humanos y materiales al servicio de los inmigrantes. Yo mismo he constatado reiteradamente cómo todas las capellanías españolas en Alemania contaban con asistentes sociales y, en algunos casos, incluso con asistentes pastorales facilitados y sostenidos por la Iglesia alemana. Hoy, la mayoría de las personas atendidas en estas misiones son latinoamericanas. Latinoamericanos son también, en su mayoría, quienes participan en las misiones españolas en Francia, Suiza, Bélgica, Holanda. Habrá que ampliar nuestra cooperación a las Iglesias de procedencia de estos inmigrantes.
Más de medio millar de sacerdotes extranjeros, la mayoría hispanoamericanos, ejercen su labor pastoral en España o como responsables de parroquias o atendiendo a grupos de fieles de sus países de origen. Por el contrario, cerca de un millar de sacerdotes españoles, sin contar los pertenecientes a congregaciones religiosas, han dejado España para trabajar en otros países, una tercera parte de ellos en países latinoamericanos bajo los auspicios de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano-Americana (OCSHA) o del IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras. “La Iglesia es universal y funciona como un ‘todo’ unitario de apoyo y colaboración”. En los últimos cinco años, tras la llegada masiva de inmigrantes, ha aumentado también el número de sacerdotes extranjeros que llegan a España, acogidos por las diócesis. Por ejemplo, en las Islas Canarias hay una decena de sacerdotes católicos llegados de otros países como Guinea Ecuatorial, Polonia, Colombia e incluso Corea. En la diócesis de Zaragoza hay unos 40 sacerdotes extranjeros, la mayoría procedentes de América Latina, aunque hay también de Europa central y de Africa. En Madrid funcionan siete capellanías internacionales (filipinos, polacos, rumanos (2), ucranianos, africanos y chinos). Cada una de ellas es atendida por un sacerdote de su mismo país, que habla su idioma, comprende, apoya y ayuda en sus problemas de adaptación. En Barcelona se han creado capellanías para atender a filipinos, polacos, chinos, guineanos y latinoamericanos; y en Mallorca, los católicos polacos, rumanos, chinos, alemanes y nigerianos también cuentan con su propia capellanía. Los países son cada vez más internacionales y eso se nota también en las iglesias.
Me refiero a España porque es la realidad que conozco. Pero estoy seguro de que lo que digo de España es aplicable a casi todos los países centroeuropeos. Conocemos asimismo los numerosos proyectos de evangelización y promoción social, sufragados por las Iglesia europeas en apoyo de nuestros misioneros en países en vías de desarrollo.
Las migraciones, como toda realidad nueva, genera problemas, pero hay que seguir considerándolas como una oportunidad de gracia. ¿Por qué no considerar el fenómeno migratorio de los pueblos como un camino hacia la fraternidad universal? La misma llegada de cristianos con una religiosidad viva puede representar una riqueza capaz de interpelar a nuestra indiferencia. Es verdad que la piedad popular de muchos inmigrantes necesita de profundización en la fe; pero la nueva evangelización se alimenta también de este fecundo intercambio de tradiciones. Recuerdo que, hace unos años, el cardenal Carles, entonces arzobispo de Barcelona, calificaba de «inyección» la llegada de extranjeros. «Los inmigrantes están evangelizando Barcelona», decía (La Razón ). Las migraciones pueden ser fuente de enriquecimiento cultural mutuo, de experimentar el ecumenismo al vivo, de ejercer la misio ad gentes, como antes se apuntaba.
4.- otras posibles vías de cooperación entre Iglesias:
4-1.- Hemos de seguir potenciando todo lo que en el ámbito de la cooperación tanto material como espiritual se viene realizando. Está constatado que las personas no emigran, cuando en sus países de origen, aunque sean pobres, se abren horizontes de futuro, de esperanza. En ERGA MIGRANTES .. se presenta un buen número de colaboraciones prácticas , de las que señalo algunas :
4.-2.- Compartir informaciones sobre migrantes Habría que potenciar la cooperación entre nuestras Iglesias y las de los países de emigración para un mejor conocimiento mutuo y de quienes vienen, de sus carencias materiales y espirituales y, a la vez, para que en las Iglesias de origen sean conscientes del mundo al que vienen. El paso de estas personas desde una sociedad frecuentemente rural , de fuertes carencias materiales, de relaciones muy personalizadas y de una religiosidad popular honda, a una sociedad altamente desarrollada y consumista, en que se valora la libertad individual, la independencia personal y la racionalidad científico-técnica, está produciendo en muchos inmigrantes un choque cultural traumático. La instalación del inmigrante en contextos urbanos anónimos, con un proceso de secularización agresiva, está repercutiendo también de manera negativa, en no pocos casos, en su fe y en su vivencia religiosa. De ahí la importancia de que los inmigrantes católicos encuentren en nuestras comunidades su casa y el lugar donde puedan también encontrar cabida sus expresiones religiosas.
4.-3.- Intercambio de agentes de pastoral y de formación de los mismos con programas coordinados entre diócesis de salida, de tránsito y de llegada. Sería necesaria una más cuidada coordinación entre las Iglesia de uno y otro lado para discernir tanto las motivaciones de los presbíteros que vienen, como para su ubicación pastoral. Como fruto modesto de un encuentro entre los presidentes de la Comisión episcopal de Migraciones de Colombia y de España vimos la necesidad de ayudar a los sacerdotes que vienen a situarse ante la nueva realidad cultural, pastoral y espiritual que encuentran y a conocer cómo es la organización y el trabajo de las parroquias aquí. La sugerencia fue acogida por la Conferencia episcopal española, que confió a las Comisiones del Clero, de Misiones y de Migraciones la organización de este servicio para presbíteros extranjeros en España, en forma de un cursillo intenso de una semana de duración. Acabamos de tenerlo por primera vez y la experiencia ha sido altamente valorada por los interesados incluso para su espiritualidad sacerdotal. El cursillo está preparado para ofrecerlo periódicamente a nivel nacional, pero también en el ámbito regional o diocesano.
4.-4.- Intercambio de visitas de obispos cuyas diócesis están en primera línea en el proceso de migración. Es ésta una forma importante para favorecer la cooperación: el conocimiento de la realidad de donde proceden los inmigrantes. Ya sabemos que “ojos que no ven, corazón que no siente”.
Promovida por la diócesis de Cádiz-Ceuta ( España) con el apoyo de la Comisión Episcopal de Migraciones, hemos realizado en el pasado mes de octubre una visita a Marruecos con participación de un buen número de los delegados diocesanos a fin de conocer la situación y el trabajo que allí se realiza en el campo de las migraciones y muy especialmente con las numerosas personas procedentes de países subsaharianos, que esperan, en situaciones de clandestinidad , la oportunidad de saltar a la península Ibérica o a las islas canarias. Son quienes van a vivir la odisea de la travesía del Estrecho de Gibraltar que, como ayer y anteayer en Lampedusa, no es infrecuente que acaben en tragedia. Son experiencia que conmueven. Los ojos ven y el corazón siente.
4.-5.- El trabajo en redes es imprescindible por razones de eficacia y de coordinación, También para compartir experiencias y aprender unos de otros. En España lo estamos promoviendo entre diócesis y congregaciones religiosas, algunas de las cuales están llevando programas de trabajo con inmigrantes de admirable originalidad y eficacia. Es más difícil, pero no imposible compartir experiencias similares y recursos pastorales entre las Iglesias europeas.
Sería importante tener criterios comunes para, en ocasiones, hablar con una misma voz a la hora de denunciar las injusticias o de alentar a nuestros países a tomar en serio el desarrollo de los países pobres, que, en no pocos casos, fueron colonias de los países europeos.
4.-6.- Por supuesto, es necesaria la cooperación y coordinación con nuestras Iglesia católicas de rito oriental , como también con las ortodoxas. “Se ha de prestar una atención especial a los emigrantes que pertenecen a las Iglesias católicas orientales y a los que, lejos de su propia casa, tienen dificultades para participar en la liturgia eucarística según el propio rito de pertenencia. Por eso, donde sea posible, se les conceda poder ser asistidos por sacerdotes de su rito. En todo caso, pido a los Obispos que acojan con la caridad de Cristo a estos hermanos. El Encuentro entre fieles de diversos ritos puede convertirse en ocasión de enriquecimiento recíproco”.(Benedicto XVI. Exhort. Postsinodal “Sacramentum Caritatis”,n.60)
4.-7.- En el siglo pasado, con el despertar de la inquietud misionera en nuestras Iglesias, en España surgieron dos realidades que han dado admirables frutos: La Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano-Americana (OCSHA) y el IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras). Ambas instituciones prestaban un servicio admirable contribuyendo al discernimiento de las motivaciones, al fortalecimiento de la vocación misionera, a la preparación de los candidatos con una orientación netamente misionera, al posterior cuidado y acompañamiento de los mismos en su respectivos destinos. Hoy los flujos migratorios, que no van a parar, están coincidiendo con una hora de tal escasez y envejecimiento del clero europeo que, así, ni podrá responder al desafío de las migraciones, ni a las demandas de aquí. Esos vacíos se están cubriendo, en no pocos casos, con sacerdotes extranjeros, sobre todo latinoamericanos, que cada obispos se agencia. Si en algunos de estos países están floreciendo las vocaciones ¿no sería conveniente promover allá algo parecido a lo que fue aquí la OCSHA o el IEME, que antes he citado?. ¿No se evitarían algunos de los riesgos de la espontaneidad? Ello favorecería que vinieran sacerdotes vocacionados, preparados para trabajar pastoralmente también con los inmigrantes. ¿Valdría la pena implicarnos económicamente las Iglesias de Europa para hacerlo posible? Si en otra época esto fue posible aquí, ¿no sería posible hoy allí?. Es una propuesta que presento con temor y temblor y que someto al mejor juicio de los presentes, así como al del Pontificio Consejo.
4.- Otra globalización: diversidad cultural- integración
La globalización está abriendo una nueva era en nuestro mundo, con una visión global que traspasa los límites políticos y las fronteras de los estados, con un carácter puramente económico y comercial. Los individuos a los cuales atañe no son ni los sujetos ni los actores. Se trata de un hecho impuesto por los puros mecanismos del mercado. No interviene la persona desde su centro: su corazón, su libre voluntad, su poder de dicción o de iniciativa personal; no refuerza la confianza en uno mismo, sino que debilita la identidad, cualquiera podría sustituir a cualquiera . Es un mundo profundamente materialista, en que la realidad queda reducida a economía.
A la vista de lo anterior, es importante la cooperación entre Iglesias para gestionar con acierto el binomio diversidad cultural-integración. Se ha dicho que Europa está encinta de gemelos, que luchan ya en su interior, como Esaú y Jacob luchaban en el seno de Rebeca . Los gemelos tienen nombre; se llaman «Temor» y «Esperanza» (E. Parmentier). ¿Convivirán las diferentes culturas en paz y en mutuo enriquecimiento? ¿Se desdibujarán las identidades y creencias en este mare-magnum de la globalización? ¿Quedarán absorbidos los grupos minoritarios por los mayoritarios?
La cultura es un elemento esencial de los pueblos. “Es propio de la persona el no llegar a un nivel humano si no es mediante la cultura”, dijo el Concilio Vaticano II (GS 12). La identidad de un pueblo le viene de su cultura, donde arraigan las capacidades creadoras que permiten la adaptación a sus semejantes y a su ambiente natural. Cada pueblo es diferente, y concretizan su patrimonio de humanidad a través de la diversas identidades culturales. De la manera cómo gestionemos tales diferencias dependerá que éstas se transformen en conflictos o que caigan prejuicios y madure la comprensión con vistas a la hermandad de la familia humana.
En el mensaje para la Jornada de la paz de 2001, Juan Pablo II ya afirmaba, refiriéndose al tema de la integración cultural, que “no es fácil identificar los fundamentos y las estructuras que garantizan, de manera equilibrada y equitativa, los derechos y deberes de los que acogen, que también tienen derecho a que se respete su cultura, y de los que son acogidos”. Históricamente los procesos migratorios se han producido de los más diversos modos y con resultados diferentes. El hecho de que las personas no se vean respetadas en su identidad cultural puede ser fuente de humillación, suscitar permanentes reivindicaciones y puede acabar asumiendo formas de extrema violencia.
Todos, también los inmigrantes, tendríamos que ser conscientes de que la originalidad de una cultura, lejos de identificarse con el cierre en sí misma, implica su apertura a lo universal. El pluralismo no debe ser la yuxtaposición de mundos antagónicos, sino la complementariedad de riquezas multiformes. Si la identidad de un pueblo manifiesta su peculiaridad, no es menos cierto que aspira, al mismo tiempo, a lo universal por lo mejor que tiene: su arraigo en la naturaleza humana. Una cultura no es auténticamente humana si no lleva en sí misma la apertura a la demás culturas, a lo universal. Las exigencias de la particularidad fundamenta los derechos de las identidades culturales propias; las de la universalidad, fundamentan los deberes que de ello se desprende frente a las otras culturas y la humanidad entera .
Será importante que tengamos en cuenta lo anterior en el modo de acoger:
Porque acoger es ofrecer lo que tenemos y lo que somos. Acoger es amar. Cuando acogemos nos enriquecemos. Acogiendo al inmigrante acojo a Dios que me visita: “ No olvidéis la hospitalidad; gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles” (Hebr.13,2).Acoger es tomar en serio lo humano de las personas, permitir que cada uno sea el que es, dejarle ser él mismo. Es hacer que el otro exista sin sentirme amenazado por su diferencia. Acoger es admirar al otro, descubrir que Dios le ama tal y como es. Esta forma de amar de Jesús fue lo que transformó la vida de quienes se encontraron con El. El empezó siempre valorando y admirando lo bueno que hay en cada persona, incluso en medio de las miserias y el pecado..
Acoger es hacer nuestro el estilo de nuestro Dios, que siendo «el que es», se hace lo que somos, se abaja y pone en nuestro lugar, a nuestra altura. San Juan nos dice que ahí está el modelo del amor cristiano.
+Ciriaco Benavente Mateos Obispo de Albacete ( España) Presidente de la Comisión E. de Migraciones
CONCLUSIONES
Rev. P. Luis Okulik
Secretario de la sección migraciones de la Comisión CCEE “Caritas in Veritate”
- Durante el encuentro han salido referencias concretas a las barreras que obstaculizan la inclusión de los inmigrantes en nuestra sociedad.
- Hay diferentes factores que se entrelazan y causan la exclusión.
- Quien se siente excluido pierde interés y afecto en referencia a la sociedad que lo acoge, porque falta la participación.
- La exclusión impide disfrutar de los servicios sociales y margina en el ámbito económico.
- De cara a estas situaciones ¿qué se está haciendo concretamente?
-Se asegura un recorrido legal.
-En cuanto sea posible, se asegura un trabajo.
-Se pone gran atención a los intereses de las personas individualmente.
-Se demuestra la capacidad de afrontar las “crisis personales”: enfermedad, falta de trabajo, problemas familiares (agrupación familiar).
-Se ejercita una gran capacidad de escucha.
- Nuestras democracias europeas pueden definirse como un sistema de derechos y libertades que están garantizados por el compromiso con la nación de pertenencia (elemento que garantiza la noción de ciudadanía).
- Los cimientos de estas democracias son: 1) responsabilidad de todos (con las cosas públicas 2) respeto por cada una de las personas; 3) justicia para todas las personas; 4) beneficios (sociales y económicos) para todos.
- El ser incluidos en esta sociedad implica tener la oportunidad de participar en su vida de manera significativa; de aquí la importancia que tienen el “sentirse parte”.
- La inclusión implica una clara noción de pertenencia, aceptación, reconocimiento.
- La inclusión de los migrantes y refugiados representa la realización de una plena participación en los diferentes aspectos de la vida económica, social y cultural de los países de acogida.
- La inclusión de los migrantes y refugiados exige el derrumbe de las barreras que general exclusión.
- La visita del Papa Francisco a Lampedusa ha despertado las conciencias de Europa y del mundo.
- Algunos gobiernos reaccionan frente a una falsa relación entre asistencia a los migrantes. (Ejemplo: UK).
- EU (2011): El efecto de causa entre los gastos por Welfare (bienestar) social y migraciones es mínimo y estadísticamente insignificante (no “welfare nagnet hypothesis”).
- Es necesario estar atentos a los cambios en Europa (elecciones parlamentarias, anti euro, anti migraciones, etc.).
- A este respecto, es necesario dar un contenido a los términos que usamos:
-Asimilación: absorbimiento en una cultura unificada (hegemónica);
-Integración: asimilación unilateral (quien acoge, quien es acogido: donde se focaliza);
-inclusión: concepto cercano a aquel de integración, que más fácilmente relaciona con las políticas sociales;
-participación: a los beneficios de la misma sociedad con un fuerte sentido de pertenencia;
-cohesión social: no pide una sociedad homogénea, es decir, “vacía de la diversidad”.
- Los principios sobre los que apoyarse son: reciprocidad, igualdad y diversidad, que engendran cohesión.
- Europa se ha formado de la diversidad de culturas, religiones, tradiciones sociales enraizadas en las culturas de los diferentes países (diferentes etnias, lenguas, tradiciones jurídicas).
- Invitaría a prestar atención a las relaciones con los países de proveniencia de los migrantes (cfr. Transportes, vínculos económicos, que en gran medida definen la política exterior europea);
- En este contexto, el trabajo de la Iglesia católica, (vuestro trabajo) ha sido y sigue siendo un válido testimonio, que reconoce la primacía de la persona (de las personas, pueblos) por encima de las opciones políticas que puedan referirse a las mismas personas.
- Una pregunta que vuelve con frecuencia en la elaboración de las políticas europeas que se refiere a las migraciones es: How to bring people tegether?
- Nosotros tenemos una respuesta, un laboratorio que cada día nos hace encontrarnos con las personas (cultura del encuentro) que tiene un método muy eficaz: acoger al otro a su cuidado (como Z. Bauman ha definido la moralidad cristiana.