Religión Digital
José Manuel Vidal, 31 de octubre de 2015 a las 08:36
No hay invasión de refugiados, no hay yihadistas entre ellos ni la civilización cristiana occidental está en peligro por su llegada. Éstos son los tres mitos o miedos que la Universidad Pontificia Comillas quiso desmentir, con datos y razones, en un foro-desayuno de trabajo con periodustas de varios de sus especialistas, dirigidos por el rector, Julio L. Martínez.
«Estamos ante un drama humano», comenzó diciendo el padre Martínez. Un drama humano que, además se está convirtiendo en un «gran problema para Europa». A su juicio, por varios motivos. El primero, porque ante la llegada d ellos refugiados «hubo mucha tecnocracia y poca política». En efecto, en 2013 el Papa Francisco lanzó el primer sos en Lampedusa y calificó de «vergüenza» las muertes de los inmigrantes cerca de aquella isla. Europa no reaccionó hasta el 2015.
El segundo motivo de que esta drama humano se esté convirtiendo en un problema para Europa es, según el rector de Comillas, «el miedo tremendo que hay en Europa, sobre todo en Francia, a la xenofobia. Un miedo que tiene que ver con lo mal que se ha trabajado en Europa el tema de la integración».
Para el padre Martínez, «el modelo francés de integración ha fracasado y no ofrece garantías» y el «modelo intercultural inglés tampoco ha dado sus frutos». Por eso, invita a que en España, un país acostumbrado ya a la diversidad, opte por el «modelo intercultural de la diversidad, que es también el modelo que promueve la Iglesia católica».
Amaya Valcárcel, la coordinadora internacional de incidencia política del Servicio Jesuita a Refugiados, insiste en los falsos miedos que se están propalando ante la llegada de refugiados. Reconoce que «hay miedo a los números, a una invasión». Un miedo absolutamente infundado, porque, si en el mundo hay, en estos momentos, «60 millones de refugiados, el mayor número de la Historia», los que están llegando a Europa son sólo unos 700.000.
La experta del SJR también tacha de tópico el miedo a la islamización y a la eventual infiltración de yihadistas entre los refugiados. Porque «los terroristas no cogen una lancha para jugarse la vida en la travesía». Aún así, el padre Martínez reconoce que, ante «el miedo a la islamización» lo que hay que hacer es separar netamente «el yihadismo del Islam» y «apoyar a los musulmanes para que se opongan al yihadismo».
Se trata, a su juicio, de «trabajar por una cultura del diálogo y del encuentro, para que los musulmanes que viven en Europa se identifiquen con los valores democráticos y puedan decir: ‘Aquí podemos vivir'». Porque los cristianos, mayoritarios en España, «no sólo tenemos que aspirar a llevarnos bien con los musulmanes, sino a construir juntos una sociedad mejor».
Tampoco es cierto, según Valcárcel, que los países árabes no estén acogiendo refugiados. «Hay países árabes que están al límite, como Líbano, Jordania o Turquía», explica. Por ejemplo, en el Líbano, el 25% de la población está integrado por refugiados sirios.
A su juicio, «Europa está obligada a acogerlos, porque tiene firmados tratados que la obligan a hacerlo». Y para hacer real la acogida pide visados humanitarios, cuotas de reasentamiento de refugiados por países, como ya está haciendo Canadá, Australia o Estados Unidos, derecho a la reunificación familiar amplia y flexibilizar el sistema de obtención de visados.
En la misma línea se manifiesta Cristina Gortázar, especialista en derecho de inmigración y asilo de Comillas, que critica, precisamente el sistema europeo de asilo, pensado para «solicitudes en goteo y no para flujos». Aún asi, sigue en vigor y prevé que «todos los solicitantes deben disponer de condiciones dignas de acogida».
Para Alberto Ares, delegado del sector social de los jesuitas españoles, «el Mediterráneo se ha convertido en el mayor cementerio mundial de emigrantes y refugiados» y España cuenta, en estos momentos, con «un punto caliente, entre Nador y Melilla, donde están retenidos unos 2.000 refugiados sirios». De ahí que sostenga que «estamos viviendo en España el reto de la solidaridad y el reto de la integración, dos retos vitales».
A lo dicho, añadía Juan Iglesias, investigador sobre inmigración de Comillas, que «el refugiado viene para quedarse y necesita, por lo tanto, políticas de generosidad en la acogida y en la integración social».
Preguntados si se está produciendo una fractura entre el trato especial que se da a los refugiados y el no tan solidario que se reserva a los inmigrantes económicos, los especialistas de Comillas lo reconocen y esperan que no se ponga sólo el foco en los primeros. Más aún, el rector de la Universidad, Julio L. Martínez, pide que España adoptela «definición de refugiados de la Iglesia católica, que incluye a los que huyen de sistemas económicos fallidos».
Aún así, la profesora Gortázar asegura que, a veces, se escandaliza «por lo que dicen algunos miembros de la Iglesia (por ahora, ningún jesuita), que sólo piden por los cristianos perseguidos y azuzan el miedo a los musulmanes. Ese miedo está cuajando en España, porque traduce el miedo al diferente».
En cuanto al papel del Gobierno español ante los refugiados, los expertos de Comillas aseguran que, «al igual que en Europa, vamos a remolque, porque tenemos una legislación garantista, pero estamos empleando el dinero en controlar las fronteras».