Ante la crisis de acogida, puso de manifiesto la necesidad «ponernos las pilas como Iglesia en Madrid»
El 18 de enero -la llamamos la noche que se congelaron las pancartas, porque el frío ahogó hasta las reivindicaciones- había 54 personas en la calle, entre ellas 22 senegaleses que acababan de salir del CIE y que no tenían dónde ir
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(Archidiócesis de Madrid).- «El cartel de «Bienvenidos refugiados» es un discurso retórico. También el de «acoger y proteger», que tanto pide el Papa Francisco, si no nos ponemos a la obra». La realidad es que en estas noches de duro inverno, en Madrid, «decenas de personas subsaharianas se han quedado en la calle, y las personas que han estado al pie del cañón acogiendo y protegiendo han sido las mismas de siempre. Esto pone sobre la mesa la necesidad de ponernos las pilas como Iglesia en Madrid.
No podemos quedarnos en una retórica repetida, tenemos que dar un paso más y este es el momento de articularlo». José Luis Segovia, vicario de Pastoral Social e Innovación, daba así comienzo, la tarde de este lunes, al encuentro del cardenal Osoro con un centenar de representantes de diversas asociaciones, congregaciones y también laicos comprometidos en la acción social en la archidiócesis, en el que se dio el primer paso de recoger las propuestas individuales y la reflexión ante la situación de emergencia. El segundo paso será articular, a través de la Mesa de Hospitalidad, una serie de líneas con las que trabajar conjuntamente.
Pepa Torres, religiosa apostólica del Sagrado Corazón, es miembro de Red Interlavapiés, una de las asociaciones que ha trabajado en la acogida durante la campaña del frío de los subsaharianos que se han quedado sin plaza en los albergues municipales. «El 18 de enero -la llamamos la noche que se congelaron las pancartas, porque el frío ahogó hasta las reivindicaciones- había 54 personas en la calle, entre ellas 22 senegaleses que acababan de salir del CIE y que no tenían dónde ir. De estas personas, 17 eran solicitantes de protección internacional, muchos de ellos llegados directamente desde Andalucía, donde pasan tres días hasta que los meten en un autobús y los dejan en Madrid», explicó.
Esta crisis de acogida que, después de mucha presión al Ayuntamiento, al Defensor del Pueblo y al Ministerio de Empleo y Seguridad Social, «está resuelta malamente» -se han ampliado plazas en los albergues municipales-, lo que hace es «poner de manifiesto que los programas de ayuda humanitaria no están funcionando». Para Torres, «es necesario un programa integral de acompañamiento, con permanencia en el tiempo y con calidad. Y esto requiere voluntariado, pero también una inversión económica».
La campaña del frío, añadió Carmen Cabrillo, trabajadora de Sercade (Servicio Capuchino para el Desarrollo), «tiene unos dispositivos que no están pensados para la población migrante recién llegada. Tiene más que ver con las personas sin hogar de largo recorrido, y esta es una de las razones por las que estos chicos se han quedado fuera». Ahora, con las plazas ampliadas, «entran por la noche y salen por la mañana; esto no tiene nada que ver con programas de integración ni de acogida, lo que provoca que se vayan a Francia o Alemania y luego vuelvan después de varios meses, porque los retornan, todavía más destrozados». Es buen momento, afirmó Cabrillo, «de pensar en un plan a medio plazo y ofrecerles algo que les dé un poco de estabilidad».
La necesidad de los corredores humanitarios
Tras escuchar las intervenciones de una decena de asistentes -varios de ellos subsaharianos que dieron su experiencia de acogida en asociaciones o familias madrileñas- el cardenal Osoro agradeció las palabras de todos, «que son también palabra de Dios», y recalcó que «el corazón de la Iglesia y de los que somos parte de la Iglesia no puede estar cerrado absolutamente a nadie».
Ante las diversas propuestas escuchadas, el arzobispo de Madrid reiteró la importancia de «no dar solo la mano, no solo de abrir la puerta y dejarlas allí, sino de dar todas las posibilidades para que estas personas se queden», y puso como ejemplo la labor de la Comunidad de Sant’Egidio en Roma: «Se enseña el idioma, pero también la cultura, las costumbres…». Modelo que está empeñado en implementar en España, como él mismo reconoció. «He hablado con el Gobierno y con ministros de los corredores humanitarios y sigo insistiendo, porque creo que son necesarios».
Por eso, invitó a los presentes «a ver qué programas tenemos que hacer, no solo de acogida. Debemos funcionar con el corazón, porque sin un corazón grande las cosas no funcionan, pero hay que funcionar con la cabeza también».