Durante los días finales del mes de noviembre de 2012 en la Sala del Sínodo en la Cuidad del Vaticano se desarrolló el XXIII Congreso Mundial del Apostolado del Mar bajo el lema:»Nueva Evangelización en el mundo marítimo».
Con la Presidencia del Cardenal Antonio María Veglió se trabajaron diversas temáticas con las que hoy enfrenta la Gente de Mar, y los desafíos para la nueva evangelización del mundo marítimo.
Los expositores fueron encabezado por Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Proclamación de la Nueva Evangelización, como expertos de organismos Internacionales tales como OIT, ITF, SRI (Seafares Rights International), de la MHPR (Maritime Humanitarian Piracy Responce), y expertos del Apostolado del Mar de diversas regiones.
El viernes 23 el Santo Padre recibió en Audiencia privada a los participantes del Congreso y les dijo: ”Desde los albores del cristianismo, el mundo marítimo ha sido un vehículo eficaz de evangelización. Los apóstoles y los discípulos de Jesús tuvieron la posibilidad de ir a todo el mundo y predicar el Evangelio a todas las criaturas gracias, también, a la navegación marítima; nos basta pensar en los viajes de San Pablo. De esa forma emprendieron el camino para difundir la Palabra de Dios “hasta los últimos confines de la tierra”.
Entre los diversos temas se trataron los del anuncio del evangelio a un número cada vez más grande de marinos pertenecientes a las Iglesias Orientales, la asistencia a los no cristianos y a los no creyentes o la intensificación de la colaboración ecuménica e interreligiosa, y el mundo de la pesca.
“También hoy -ha dicho el Papa- la Iglesia surca los mares para llevar el Evangelio a todas las naciones y vuestra presencia capilar en las escalas portuarias del mundo, las visitas que efectuáis a las naves atracadas en los puertos y la acogida fraterna en las horas de parada de la tripulación, son el signo visible de la solicitud hacia cuantos no pueden recibir una atención pastoral ordinaria. Hoy, este mundo del mar, en su continua peregrinación de personas, tiene que tener en cuenta las complejas repercusiones de la globalización y, desgraciadamente, también hacer frente a situaciones de injusticia, especialmente cuando la tripulación se ve sometida a restricciones para bajar a tierra, cuando la abandonan junto a las embarcaciones en que trabajan, cuando caen en manos de la piratería marítima o padecen las consecuencias de la pesca ilegal. La vulnerabilidad de los marinos, pescadores o navegantes, debe llevar aparejada una solicitud, todavía más atenta, de la Iglesia y estimular la atención maternal que, a través de vosotros, manifiesta a todos los que encontráis en los puertos o en las naves, o a los que asistís en los largos meses de embarque”.
Benedicto XVI ha hablado después de los que trabajan en el sector de la pesca y de sus familias, subrayando cómo se enfrentan más que otros, “a las dificultades del presente y viven la incertidumbre del futuro, caracterizado por los efectos negativos de los cambios climáticos y de la explotación excesiva de los recursos”. Igualmente ha asegurado la cercanía de la Iglesia a los pescadores, que buscan “condiciones de trabajo dignas y seguras, salvaguardando el valor de la familia, la tutela del ambiente y la defensa de la dignidad de cada persona”.
Por último, citando el decreto “Ad gentes”, del Concilio Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia, ha exhortado a cuantos trabajan en “primera línea de la evangelización de tantos hombres y mujeres de diversas nacionalidades que transitan en los puertos” a ser “apóstoles fieles de la misión de anunciar el Evangelio” y a “manifestar el rostro amoroso de la Iglesia que acoge y que está cerca también de esta porción del Pueblo de Dios. Responded sin vacilar a la gente del mar, que os espera a bordo para colmar las profundas nostalgias del alma y sentirse parte activa de la comunidad”.