VISITA DEL CARDENAL VEGLIÓ A LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE COMILLAS
( José Manuel Vidal).- Experto diplomático de la Santa Sede, lleva desde el 2009 al frente del dicasterio vaticano de los emigrantes y refugiados. A sus 78 años, el cardenal Antonio Maria Veglió (Macerata, 1938) sigue conservando su buen humor y su fino olfato para hablar alto y claro de uno de los grandes problemas de nuestro tiempo: la riada enorme de las personas que huyen de la guerra o del hambre.
Invita a España y a Europa a una mayor generosidad y a no «levantar muros», al tiempo que denuncia a las mafias que trafican con personas y a los europeos, que viven en su burbuja del bienestar y que «a veces tratan mejor a los animales que a las personas».
De paso por Madrid, el purpurado italiano, prefecto del Pontificio Consejo para los Emigrantes, se sometió, con sinceridad absoluta y suma transparencia, a todas las preguntas que quisieron hacerle expertos y periodistas, convocados por la Facultad de Teología de Comillas.
¿Qué es y qué hace el Pontificio Consejo para los Emigrantes e Itinerantes?
Es un dicasterio, creado después del Vaticano II, en el que trabajamos 20 personas, para cubrir una amplia actividad, porque nos ocupamos, entre otras cosas de emigrantes, itinerantes, refugiados, gitanos, circo, trata de personas o pastoral de la carretera. Nuestro objetivo es la sensibilización de los obispos y de las organizaciones internacionales.
¿Su Pontificio consejo se va a integrar pronto en otro dicasterio?
Sí, el nuevo dicasterio se está estructurando y nuestro Pontificio Consejo pasará a integrarse en él. Por mi parte, mi trabajo ha terminado. Tengo la edad de jubilarme.
¿La inmigración es un problema para Europa?
Todos sabemos y experimentamos que el problema de la emigración es grave y que no se puede resolver con cuatro palabras. El problema no se resuelve diciendo ‘que vengan todos’ ni que ‘todos se vayan a casa’. Eso sí, hay distintas formas de afrontarlo. Desde la derecha, contraria a la emigración o desde la izquierda, favorable a ella. En cambio, en la Iglesia no hay diferencias substanciales respecto al tratamiento de la inmigración. Todos decimos que la persona es hija de Dios con sus derechos que nadie puede violar.
¿Hay un derecho a emigrar?
Por supuesto. Y los Gobiernos europeos están afrontando este derecho con diversas posiciones políticas. La postura contraria a la emigración está creciendo. Algunos Gobiernos sólo ven el aspecto político. Es la Europa vieja y cansada, a la que le fastidian los que llaman a sus puertas. Europa se sigue cerrando. Es a esa Europa a la que el Papa le dice: ‘No te reconozco’.
¿Cómo conseguir la integración de los inmigrantes?
La integración es la solución ideal, distinguiendo entre integración y asimilación. La Iglesia no apoya la asimilación, sino la integración. Aunque esta última no es fácil, porque somos egoístas. Pero, en este mundo nuestro pequeño y globalizado, cualquier persona tiene derecho a emigrar. Y la emigración no se detiene con vallas ni con muros, que, antes o después, se caen o son derribados.
¿Cual sería, a su juicio, la solución ideal al problema de la emigración?
Sin duda alguna, la ayuda a los países de procedencia, de los que huyen los emigrantes por culpa de las guerras o del hambre. Los países ricos tendrían que ser más generosos y, así, evitaríamos que tuviesen que abandonar su familia, su país y sus hijos. Europa prometió, hace años, dar el 0,7% del PIB al desarrollo de los países del Sur. Sólo lo hizo realmente un país escandinavo. Europa habla mucho, pero hace poco. Están muriendo miles de personas en el Mediterráneo. No se puede cerrar los ojos a esa tragedia.
¿Cómo controlar la inmigración?
Admitiendo, pero con control, el flujo de emigrantes. La Iglesia tiene la solución teórica al problema de la emigración. En teoría, todas las personas tienen derecho a emigrar.
¿Significa eso que hay que acoger a todos los emigrantes y refugiados?
Es obvio que, en teoría, sí, pero, en la práctica, no. Pero el problema tampoco se resuelve con muros, que no valen para nada y terminan cayéndose. De todas formas, es fácil enunciar los principios. Es mucho más difícil aplicarlos. Con la salvedad de que, además, sobre este tema también decide la política que, habitualmente, busca votos y prescinde de los principios.
¿Los emigrantes son sujetos de derechos, pero también de deberes?
Por supuesto. Una vez admitidos en Europa, los inmigrantes tienen que respetar nuestra identidad. No pueden decir eso de ‘el crucifijo me fastidia, quítenlo’. Eso no puede ser. Hay que combinar tres derechos: el derecho a emigrar, el derecho a no emigrar y el derecho a controlar los flujos migratorios.
Algunos Gobiernos europeos optan por admitir sólo a refugiados cristianos.
La Iglesia nunca puede considerar la emigración como un problema. Para nosotros, todos somos hermanos e hijos de Dios. Nosotros no podemos discriminar. De hecho, la Iglesia italiana ha ofrecido conventos y casas religiosas para acoger a refugiados sin distinción de credo. Cerca de 100.000 personas están acogidas en monasterios, pero todavía podemos hacer más.
También hay cristianos que se oponen a la acogida de emigrantes y refugiados.
El que no acoge al otro no es cristiano. Hay muchos católicos que van a misa los domingos, pero siguen cerrados a la acogida. Ésa no es una actitud propia de un católico. Los que así reaccionan es porque tiene miedo. Somos muy egoístas y vivimos en nuestras torres de marfil y no queremos que nadie nos moleste. Las presencia de otros nos fastidia.
¿Qué opina de la postura del Gobierno español ante los emigrantes y los refugiados?
Me gustaría que, tanto España como Europa, aceptasen más emigrantes. Sólo después de la visita del Papa a Lampedusa, Europa se despertó un poco. Tanto España como Europa pueden hacer más. En este aspecto, es de alabar la generosa actitud de Italia, que está siendo ejemplo de acogida. Aunque, a veces, los países que más se cierran son los que más han emigrado.
Hay otros países europeos que han cerrado sus fronteras a cal y canto, como Hungría.
El presidente Orban hizo un referéndum en Hungría y lo perdió, pero él sigue adelante con su política antimigratoria y levantó un muro en sus fronteras. Europa podría castigar a Orban y decirle que, si no recibe refugiados, le quitan las ayudas. Pero no lo hace, porque a Europa tampoco le interesa. Se conforma con dar dinero.
¿Se ponen en peligro las raíces cristianas de Europa con la llegada de emigrantes y refugiados?
Europa es cristiana en teoría, no en la práctica. Ojalá la Iglesia pueda cambiar la mentalidad europea en le tema de la emigración y sensibilizar a la gente para que sea acogedora y piense de otra manera. Porque, a veces, tratamos mejor a los animales que a las personas.
¿Qué siente ante las imágenes repetidas de los emigrantes muertos en el cementerio del Mediterráneo, como dice el Papa?
Son imágenes que parten el corazón y que invitan a la acogida de los que huyen del hambre y de la guerra.
¿Algunos hacen negocio con la emigración?
Por supuesto. Se gana más dinero con el negocio de la emigración que con el de la droga. Hay mucha gente que se aprovecha del fenómeno migratorio. Por ejemplo, en Libia, donde los criminales que manejan este negocio meten 200 en barcas para muchas menos personas y, a poco de salir, se hunden.
¿Qué opina del acuerdo entre Europa y Turquía?
Es una salida fácil para Europa, pero la Iglesia no lo puede aceptar. Entre otras cosas, porque Turquía no es un ejemplo de democracia y, allí, los refugiados están hacinados en campos. Ellos querían venir a Europa y nosotros los devolvemos a Turquía a cambio de dinero para este país. No es justo. El acuerdo sólo beneficia a Turquía.
¿Cómo están los refugiados acogidos por el Vaticano?
La Comunidad San Egidio está al cuidado de ellos. El traerlos con él, fue un gesto del Papa, para darnos ejemplo a todos, incluso a los que criticaron, sin razón, que los acogidos por el Vaticano fuesen musulmanes. Esperemos que la guerra termina y, entonces, volverán a su país, porque nadie quiere morir fuera de su patria.
¿Para cuándo una encíclica de Francisco sobre la emigración?
Francisco aborda el tema de la emigración y de los refugiados en casi todas sus declaraciones y en un gran documento anual, pero no estaría nada mal que publicase una encíclica sobre el tema.
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