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«Más que perdida, somos la generación frustrada», reflexiona Miriam, una psicóloga española que hizo las maletas rumbo a Edimburgo para buscar un empleo. Lo encontró. Es limpiadora y camarera en la ciudad escocesa. La frase queda contenida entre una multitud de pensamientos que emigrantes españoles (jóvenes y no tanto) comparten con la cámara de Icíar Bollaín en su último documental, En tierra extraña.
El trabajo pretende dar voz a los españoles que dejan el país de los más de 5,4 millones de parados, pero que no habrían dejado sus hogares de tener un empleo. «Sus relatos componen un retrato de la crisis», opina la directora. La cinta se estrena el 1 de noviembre en salas en Madrid y a través de las plataformas Yonvi y Filmin.
La nueva generación de emigrantes españoles llamó la atención de Bollaín, que en un primer momento quería «relacionarla con la emigración de los sesenta», aquella en la que miles de españoles dejaban sobre todo las zonas rurales del país y acababan en Alemania, Suiza o Francia. Sin embargo, cuando inició las entrevistas con los nuevos emigrantes, se dio cuenta de que sus testimonios tenían más que decir sobre el presente, «lo que ha venido ocurriendo en los últimos años en nuestro país».
Gloria, almeriense de 32 años, habla con su familia por Skype desde Edimburgo. Las caras del abuelo y los padres se agrupan para que puedan entrar todas en la pantalla y formar una imagen habitual de los que viven hoy lejos de su familia. En este caso, la razón de la salida no fue el deseo de conocer nuevas experiencias sino que, tras aprobar dos convocatorias seguidas de oposiciones para ser profesora de dibujo, Gloria volvía a quedarse sin plaza. El teléfono tampoco sonaba para ofrecer sustituciones. De hecho, «después de cuatro años, aún sigo esperando», dice esta licenciada en Bellas Artes a eldiario.es. Ahora Gloria trabaja de dependienta en una tienda.
Como Miriam y Gloria, la gran mayoría de los protagonistas del documental han encontrado empleo en puestos que requieren una menor cualificación que la adquirida tras años de estudios. «Hemos hecho lo que teníamos que hacer, nuestros padres se han esforzado muchísimo por nosotros y ahora… gano más aquí limpiando en un hotel que como ingeniera química en España», dice María José, de 30 años. La tasa de paro juvenil en España supera el 50%.
Estos trabajos son los que más asemejan a estos nuevos emigrantes con los de los sesenta ante los ojos de Icíar Bollaín, algo «chocante» dada la cualificación de la mayoría. «Ahora muchos de ellos [emigrantes] cuando llegan, al no hablar la lengua, se encuentran haciendo trabajos de baja cualificación, como los que emigraron décadas atrás», dice. Sin embargo, la cineasta destaca que «cuando los que emigran ahora superan la barrera del idioma, encuentran oportunidades para desarrollarse profesionalmente y puestos más acordes con su preparación».
Pero eso llega con el tiempo, puede que años. Mientras, algunos sufren el temor de acomodarse, de dejar de luchar por aquello a lo que querían dedicar sus vidas. «Tal vez sea uno de mis mayores miedos», confiesa Gloria. Esas condiciones precarias son las que mencionan muchos entrevistados para recordar a los inmigrantes que antes miraban con distancia en España. «Somos lo mismo que los sudamericanos o los que venían de Marruecos a trabajar a nuestro país… solo que en Edimburgo», dice Jara, trabajadora social empleada como camarera.
La pieza documental integra imágenes de las vallas fronterizas de Melilla. Icíar Bollaín señala las «enormes diferencias» que rodean las circunstancias de las personas que emigran en un caso y en otro, pero reconoce una intención de hacer repensar la migración con su trabajo. «Como dice el sociólogo Joaquín García Roca en el documental, hemos construido el discurso migratorio siempre desde la idea de que hay unos que están fuera y otros que están dentro. Ahora ese discurso se vuelve en nuestra contra, porque ahora que son nuestros hijos, hermanos, amigos los que se van. ¿Dónde nos gustaría que estén? ¿Fuera? ¿O dentro de las sociedades que les acogen?», dice la directora.
«Ni perdidos ni callados»
El lema de Juventud Sin Futuro, « no nos vamos, nos echan«, está muy presente en las historias que narra el documental, producido por la directora, Turanga Films y Tormenta Film. No solo por las causas del nuevo flujo migratorio que dibuja, sino por el tono reivindicativo. Gloria lleva las riendas de la narración porque es una de las impulsoras de la acción protesta «Ni perdidos ni callados», que pretende movilizar a aquellos que han salido de España por necesidad.
Una de estas personas es Sonia, administrativa que trabaja como limpiadora en la ciudad escocesa. «A mí me hubiera gustado hacer esta aventura con 20 años, pero no con 37, una hija de cuatro y toda una vida que he dejado en España», dice.
Lo que Marina del Corral, secretaria general de Inmigración y Emigración, llamó «impulso aventurero», no sienta demasiado bien entre este grupo de emigrantes. Alguno ya no tan joven como Mariví, de 50 años, que no puede evitar las lágrimas al explicar su situación. «Creo que me han obligado, que me han sacado a patadas… yo no me merecía esto», dice la mujer, en paro.
La búsqueda de culpables se instala en las conversaciones de los entrevistados cuando se encuentran es esta ciudad que les han brindado un empleo. La «red trasnacional de emigrantes españolas», como se presenta la Marea Granate en Twitter, informa sobre las concentraciones de españoles en el extranjero, en las que demuestran que no olvidan la situación que han dejado en su país de origen. Y que les preocupa.
«Yo creo que en los últimos años se ha ido desmoronando la idea que teníamos de nuestro país y de nuestros gobernantes. Y lógicamente ha habido una reacción, y sobre todo una conciencia de que o hacemos nosotros para que las cosas cambien o nadie lo hará. Porque en esta crisis, las grandes empresas y los bancos no han perdido. Han perdido los ciudadanos», afirma Icíar Bollaín.
Gloria y sus compañeros han elegido como metáfora visual para su protesta la de un guante perdido, algo habitual en las calles de Edimburgo. Porque, en el fondo, lo que más duele es estar lejos de las personas que quieren, sentirse como si les hubiesen «arrebatado su otra mitad», dicen. A la nostalgia normal atada a la emigración se suma la rabia de quien prefiriría estar en casa.
Precisamente, Bollaín destaca como una de las frases más emotivas del documental la de Javier, «cuando cuenta que está encantado en Edimburgo. Es hostelero y organiza eventos en el Parlamento, le han nominado para un premio… En fin, está haciendo una gran carrera profesional, pero se pregunta si vale realmente la pena todo ese desarrollo profesional, cuando está perdiéndose el día a día de su seres queridos, está perdiéndose a sus sobrinos crecer, a sus padres envejecer… Cuando está perdiéndose lo más importante en esta vida», relata la directora.