22 fotografías sobrecogedoras sobre el trabajo infantil en el mundo

fotoEn la actualidad, cerca de 215 millones de niños trabajan en el mundo, muchos de ellos a tiempo completo. Estos niños y niñas no van a la escuela y no tienen tiempo para jugar. Muchos no reciben alimentación ni cuidados apropiados. Se les niega la oportunidad de ser niños. Más de la mitad de estos niños están expuestos a las peores formas de trabajo infantil como trabajo en ambientes peligrosos, esclavitud, y otras formas de trabajo forzoso, actividades ilícitas incluyendo el tráfico de drogas y prostitución, así como su participación involuntaria en los conflictos armados. En África subsahariana, aproximadamente 1 de cada 3 niños y niñas trabajan, lo que representa una cifra de 69 millones de menores de edad.

La Conferencia de Ámsterdam de 1997 sobre la lucha contra las formas más intolerables del trabajo infantil y la Conferencia Internacional de Oslo sobre el Trabajo Infantil de 1997, señalaron la atención a la urgente necesidad de una acción mundial concertada para poner fin al trabajo infantil, al instar a que se amplíe la recopilación de información, estadísticas e investigación empírica que ayudaría a informar esta acción.

En el mundo, un gran número de niños están involucrados en trabajo doméstico remunerado o no remunerado en el hogar de un tercero o empleador. Estos niños son particularmente vulnerables a la explotación. El trabajo que realizan a menudo está oculto a los ojos del público, ya que estos niños puede que se encuentren aislados o trabajen muy lejos del hogar familiar. Las historias de abuso de niños involucrados en trabajo doméstico son muy comunes.

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A cada necesidad básica de un niño o una niña le corresponde un derecho humano

imagenLas necesidades humanas son imprescindibles para el desarrollo pleno de las personas

Entreculturas, 20 de noviembre de 2013 a las 17:15

(Entreculturas).- Muchos centros escolares celebran hoy 20 de noviembre el Día Internacional de los Derechos de la Infancia. Desde hace años, Entreculturas viene desarrollando los “Días D”, propuestas didácticas para trabajar y celebrar en el aula días internacionales significativos promoviendo valores de solidaridad, justicia, responsabilidad y participación entre los alumnos y alumnas.

Cada año giran en torno a una temática común. Este año los Días D se han centrado en el papel de la educación de calidad como motor de los derechos humanos. Para celebrar el Día de los Derechos de la Infancia, Entreculturas pone a disposición de los colegios la primera de una serie deunidades didácticas orientadas a trabajar los derechos humanos. Este es el primer paso de un proceso que continuará con otros tres Días D (30 de enero, 8 de marzo y 22 de abril).

En esta primera unidad se trabajará para comprender qué es un derecho. Las diferencias entre las necesidades y los deseos para descubrir que a cada necesidad básica le corresponde un derecho humano. Una primera aproximación a los derechos les conducirá hacia la importancia de la participación como responsables de su promoción y defensa. Y que mejor participación que celebrar el Día Internacional de los Derechos de la Infancia.

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Centros de menores, ¿hay otras opciones?

imagenNo son delincuentes ni peligrosos ni irrecuperables. La mayoría de los chavales que ingresan en centros de menores son víctimas de la injusticia social. Su realidad es diversa, como lo son los diferentes tipos de centros que existen. Hemos visitado un centro de protección de menores para conocer de primera mano su funcionamiento. Pero también para intentar buscar algunas respuestas. ¿Qué pasa antes? Y, sobre todo, ¿qué sucede después?

Con tan sólo 12 años, Hamsa ha pasado ya por cuatro centros de menores. Hace dos años dejó a su familia en Tánger y llegó a Algeciras enganchado a los bajos de un camión. “Pasé un poco de miedo”, dice mirando hacia el suelo. Cuando levanta la cabeza, el brillo de sus ojos y su limpia sonrisa infantil hacen imposible imaginar que este niño, como tantos otros, haya tenido este peregrinaje. Del primer centro de acogida se escapó y en otro camión llegó a Madrid. “Me pilló la policía y me llevaron al centro de Hortaleza. Un poco mal, no me gustó”, cuenta casi en un susurro. Después, pasó dos años en el centro de Chamberí. Cuando supo que le iban a trasladar a Picón del Jarama no dudó en escaparse de nuevo. ¿Cómo? Hace el gesto de escalar un muro. “No quería ir, el hermano del chico que se ahorcó en Picón estaba conmigo. Allí dicen que pegan a los niños”. Entonces un amigo le llevó hasta la Asociación Alucinos La Salle, en el barrio de San Fermín. Su director, Íñigo Ortiz, bromea con Hamsa. “Éste es uno de los menores muy peligrosos y problemáticos que querían llevar a Picón. Él vino a nosotros en busca de ayuda”. Y se la dieron. Han conseguido que no ingrese en el controvertido centro y que lo acoja una pareja.Íñigo tiene una dilatada experiencia en el trabajo con menores. “Hace unos años eran sobre todo hijos de toxicómanos, presos, prostitutas, padres en paro o con problemas de alcoholismo. Ahora la inmigración ha adquirido mucha importancia, pero sobre todo son familias víctimas de la exclusión social”. Desde este colectivo intentan mediar y hacer un seguimiento de los chavales para evitar que, en algunos casos, “les arruinen la vida ingresándoles en un centro”.¿Cómo se llega? Existen dos grandes grupos de centros: los de protección (los menores son retirados de sus familias por graves situaciones de desamparo) y los de reforma (ingresan por cometer delitos). En el primer caso, los niños pasan a centros de protección y la Comunidad Autónoma se convierte en la responsable de su tutela. En total, más de 30.000 menores se encuentran en esta situación. Al no existir un reglamento común, se produce gran disparidad de situaciones y protocolos pero, en general, para retirar a los niños de sus familias no hace falta orden judicial. Son los servicios sociales de la zona, en teoría tras agotar todos los recursos posibles, los que les derivan a los centros.Hemos visitado la Residencia Infantil Vallehermoso, un centro público que está dirigido por Pilar Mieres, religiosa de las Hijas de la Caridad. Es uno de los 122 centros de este tipo que existen en la Comunidad de Madrid y cuenta con 70 plazas de 3 a 18 años. “Nuestra misión es acoger y cuidar a los menores que llegan por diferentes circunstancias: familias desestructuradas, graves problemas sociales y económicos… La mayoría tienen carencias afectivas”.

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El ADN revela trata de menores en la inmigración irregular a España

Desembarco, en 2010, en Motril (Granada) de una patera con cinco bebés y tres mujeres embarazadas. / M. ZARZA

Desembarco, en 2010, en Motril (Granada) de una patera con cinco bebés y tres mujeres embarazadas. / M. ZARZA

Es la prueba del nueve de que aquello que aparentaba ser inmigración irregular es, además, a veces, trata de seres humanos. En el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla se hicieron, en verano, las pruebas de ADN a un puñado de hombres y mujeres subsaharianos llegados recientemente con menores, en patera, a la ciudad.

“Había conductas que hacían sospechar a los trabajadores sociales porque los supuestos padres no se preocupaban por sus hijos”, explica Carlos Montero, director del CETI donde se hospedan actualmente cerca mil inmigrantes, el doble de su capacidad. Las pruebas han dado negativo. No son sus hijos.

Milagros Núñez, responsable del programa de atención de Cruz Roja a inmigrantes, también señala que sus voluntarios han observado a veces, en sus centros de acogida Andalucía, que “hay mujeres que no recuerdan cuanto tiempo amamantaron a su hijo, cuando le salió el primer diente y hasta les da asco cambiar el pañal”.

A los que en Melilla se sometieron a la prueba de paternidad y el resultado fue negativo se les retiró a los niños que ingresaron en centros de menores dependientes de la ciudad autónoma. “Esa separación no provocó aparentemente dolor”, según Montero.

Falsos progenitores  subsaharianos logran niños para evitar que les expulsen

“Algún falso padre incluso se adelantó y nos confesó que el hijo no era suyo”, recuerda Montero. Los que rechazaron hacerse el examen genético son ahora vigilados más de cerca por el personal del CETI.

¿Cómo llegaron esos críos, generalmente muy pequeños a manos de los falsos padres? “Ellos nos dicen que se les encontraron en el camino hacia Melilla; que estaban abandonados y les recogieron”, señala Montero. “No sabemos la verdad ni tampoco donde están los padres biológicos”, prosigue. “Hay mucho que investigar”, asevera. Se cree que han podido ser robados, “alquilados” o secuestrados.

Entrar en Melilla con un menor era hasta ahora una garantía de dar rápidamente el salto —la duración media de estancia en el CETI es de un año— a la Península y hasta de no ser expulsado de España. “Era casi un pasaporte”, comenta un inspector de policía que pide que no se publique su nombre.

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