Con o sin EEUU, la migración global necesita un enfoque colectivo

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El Pacto Mundial sobre Migraciones entra en el año clave de sus negociaciones

El PaísMarta Foresti (Overseas Development Institute) 22-01-2018

Acababa de aterrizar en México para asistir a la reunión preparatoria del Pacto Mundial sobre las Migraciones (GCM, por sus siglas en inglés), el pasado mes de diciembre, y oí en las noticias que Estados Unidos se había retirado del proceso y de las negociaciones. Como muchos otros, me pregunté si eso significaba que el Pacto estaba liquidado antes de nacer.

Sin embargo, la reunión siguió adelante y se formularon varias recomendaciones concretas que finalmente se consolidarán en el borrador inicial del GCM y serán negociadas por los estados. Lo que es más importante, estos parecían dispuestos a contribuir, involucrarse, escuchar y aprender tanto en los procesos formales como en las conversaciones informales de los pasillos. Al llegar el jueves, había un buen estado de ánimo y uno de los cofacilitadores, el Representante Permanente de México ante las Naciones Unidas, Juan José Gómez Camacho, definió la reunión como “histórica”.

Es demasiado pronto para decir qué aparecerá en la versión final del documento. Por ahora lo que tenemos es una “larga lista” de prioridades. En algunas se ha llegado a una cierta convergencia de ideas, como la de mejorar la movilidad para los trabajadores y el reconocimiento de sus habilidades. También proteger a los migrantes que se encuentren en situación de vulnerabilidad, invertir en una mejora de los datos, reducir los costes de transacción de las remesas y realzar el papel de las diásporas. Otros, como aumentar las vías legales y facilitar el retorno, siguen siendo difíciles de abordar. Pero incluso en estos casos se han conseguido progresos y los estados han cambiado su postura inicial.

Por ahora lo más importante es saber si el Pacto Mundial para las Migraciones proporcionará un marco significativo que fomente la cooperación no solo entre los estados sino también entre los propios migrantes, las empresas y empleadores, las organizaciones regionales, las ciudades y alcaldes, las diásporas y muchos otros.

Esto está directamente relacionado con la retirada de EEUU del Pacto: querían establecer sus propias políticas, decididas exclusivamente por y para los estadounidenses. Los que estábamos en México llegamos a la conclusión de que esa era una visión miope. La soberanía de los estados no solo es compatible la colaboración internacional, sino que ambas son deseables. Pero la forma de conseguir la acción internacional y colectiva es algo completamente diferente, y ese algo requerirá de mucha reflexión y movimientos en los próximos meses.

 

Para esto es necesario avanzar en al menos dos frentes:

1. Dejar de presentar la migración como un movimiento desde los países de origen a los países de destino.

Gran parte del debate sobre las migraciones globales da por sentado que se trata de llegar a un acuerdo entre las necesidades de los países “emisores” de migrantes y sus “receptores”. Sin embargo, en la reunión preparatoria muchos estados reconocieron que ellos mismos son países de origen y destino. Un ejemplo de ello es la memorable historia personal de Ola Brown, una médica británico-nigeriana que emigró hace diez años desde Reino Unido, donde ganaba 20.000 libras al año, a Lagos (Nigeria). Allí Brown es dueña de un negocio de 20 millones de dólares.

Mantener esta dicotomía perpetúa en el tiempo una división artificial y poco beneficiosa: la misma que se establece entre “rico” y “pobre”, “desarrollado” y “en desarrollo”, o “donante” y “receptor” de ayuda. Dicho de otro modo: “ellos” y “nosotros”. Lo que los estados deberían hacer es reconocer tanto los beneficios como los retos de la movilidad humana y, a partir de ahí, negociar los términos de esa relación del mismo modo que se ha hecho con otras importantes relaciones e intereses mutuos: el comercio, el desarrollo, la prosperidad, la estabilidad política y otros.

2. Reconocer que la migración no se puede gestionar solo a través de políticas migratorias.

La capacidad de los estados (o regiones o ciudades) para integrar a los migrantes depende de una serie de factores entre los que se encuentran las tendencias demográficas, el mercado de trabajo, la resiliencia de los servicios sociales y las diásporas locales. De manera similar, hay que tener en cuenta que estos toman decisiones basándose en las oportunidades laborales, la educación de sus hijos y la posibilidad de una alcanzar una vida mejor.

El Pacto Mundial sobre las Migraciones debe proporcionar un marco en el que tratar todos estos asuntos, así como una plataforma que incorpore nuevos actores. Necesitamos que los emprendedores, los empresarios, los alcaldes, los ministros de economía, las personalidades del arte y la cultura, y muchos otros entiendan que tienen un papel en la gestión de la migración global. Esto ayudará a superar un debate público y político cada vez más tóxico.

Gracias a la retirada de EEUU del Pacto ahora hay más escrutinio e interés en lo que hasta la semana pasada era otro oscuro proceso de la ONU. Lo que yo presencié es un esfuerzo por lograr avances reales hacia un enfoque colectivo para abordar las oportunidades y los retos de las migraciones globales.

[Este artículo fue publicado originalmente por Marta Foresti en inglés en la web del Overseas Development Institute.]

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59 pasos para unir en la diversidad

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Activan un plan para educar en la «no discriminación» en Gipuzkoa. La Diputación focaliza la campaña en la juventud para «prevenir» actitudes de exclusión por origen, etnia, orientación sexual o diversidad funcional

Diario VascoAMAIA CHICO23-01-2018

Gipuzkoa quiere preservar la diferencia, pero no la desigualdad que genera. Quiere favorecer la convivencia entre una población cada vez más heterogénea en origen, idioma, religión, capacidades, género u orientación sexual sin descuidar ninguno de los planos necesarios para avanzar hacia «uno de los territorios con menor desigualdad de Europa». El objetivo, reconocido por el propio diputado general Markel Olano, es ambicioso. Y por eso, el primer foco de atención del plan foral para la convivencia en la diversidad se ha puesto en quienes se encuentran en plena formación, educativa y de valores: la juventud, que no es precisamente la que protagoniza más actitudes discriminatorias, pero sí el colectivo en el que más efectivas pueden resultar las medidas tendentes a «prevenir» dichos comportamientos en el futuro.

Con esa meta, la Diputación Foral ha puesto en marcha 59 medidas, a desarrollar en dos años y desde cinco departamentos forales, para avanzar en un territorio con «más cohesión social» y mayores garantías de que, sea cual sea la condición de sus ciudadanos, tendrán las mismas oportunidades. «Si bien, a grandes rasgos, en Gipuzkoa no existe una actitud negativa hacia la diversidad, hay que estar alerta con ciertas cuestiones en las que la sociedad se muestra más reacia y se producen falsos estereotipos».
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Maribel Vaquero, la directora foral de Convivencia y Derechos Humanos, se mostró optimista ante la potencialidad de un territorio «bastante abierto» a la hora de aceptar y respetar la diversidad, pero incidió en que es preciso «visibilizar» más la realidad de determinados colectivos para eliminar las «discriminaciones» que sufren solo por pertenecer a ellos, y potenciar «lo enriquecedor» que resulta la mezcla cultural, social o étnica.

Cifras
54,6 por ciento de la población
de Gipuzkoa es tolerante hacia los migrantes, pero un 33,9% no acepta que vistan su indumentaria y a un 34% no le gusta que abran centros religiosos, según Ikuspegi.
29,4 por ciento de la juventud
vasca piensa que hay demasiados extranjeros, y un 5,2% prohibiría su entrada, según el Observatorio de la Juventud. La mitad que en 2012.
Analizar la realidad de los diferentes colectivos de mujeres migrantes que viven aquí; desarrollar el programa de prevención del yihadismo puesto en marcha entre menores bajo tutela; generar espacios de encuentro entre diferentes, o promocionar, mediante subvenciones, programas de integración social en colectivos con personas dependientes o con discapacidad son algunas de las medidas contempladas en un plan que pretende implicar a un amplio abanico de estamentos y organismos locales, y que tiene cinco ejes de acción: investigación, formación, prevención, generar espacios de encuentro y coordinación.

«Es un plan en el que son necesarias la participación y colaboración entre administraciones públicas y también con los agentes clave», es decir, con asociaciones o entidades que trabajan con esos colectivos que sufren mayores desigualdades, explicó Olano. Un plan que se desarrollará en todos los ámbitos, territorial y municipal, y que tocará la puerta de escuelas y de espacios de ocio deportivos, culturales… donde los jóvenes, los principales destinatarios, se mueven.

Medidas
Análisis de la realidad del pueblo gitano.
Mapa de la diversidad lingüística.
Campañas para mostrar la situación de personas migrantes, gitanas o de LGTBIQ+.
Capacitación sobre diversidad.
Espacios de encuentro.
Emoticonos
El reclamo de la campaña está por eso directamente vinculado con ellos y con un elemento el que no se despegan: los móviles. Un anuncio donde se invita a utilizar con la misma naturalidad que se hace a la hora de enviar mensajes, los emoticonos de hombres y mujeres de diferente raza, profesión o modelos de familia… «En el móvil está instalado ese lenguaje de convivencia, ¿así que por qué no que se instala en nuestra cabeza?», se preguntaron los responsables forales, quienes confían en que el spot anime a la reflexión en las nuevas generaciones. Y que el mensaje se extienda a las más adultas, donde persisten los prejuicios y las actitudes discriminatorias. «Esos comportamientos no son exclusivos de una edad», asegura Vaquero, quien remarca no obstante que los últimos informes apuntan cosas a mejorar pero no activan «ninguna alerta».

Inmigración y seguridad

POR JUANJO ÁLVAREZ – Lunes, 22 de Enero de 2018 –

Traslos últimos episodios de injustificable, inadmisible y tristemente mortal violencia urbana, las redes sociales han amplificado un movimiento de rechazo hacia “cualquier persona que llegue a Euskadi”, seguido sin más preámbulos de queja contra las personas inmigrantes y su condición de potenciales perceptores de la RGI.

El inasumible tono de la campaña permite atisbar un cierto rebrote del discurso político proteccionista y xenófobo, dando continuidad así a los de debates que proponen una especie de “jerarquización” entre los destinatarios de los servicios sociales y sanitarios prestados en Euskadi. Es un tema siempre espinoso, nada fácil de gestionar en el día a día del responsable público y sobre el que es siempre es más fácil opinar que actuar.

En todo este contexto cobra fuerza social otro discurso adicional acompañado de la exigencia de que los extranjeros que llegan a nuestra tierra se olviden de sus raíces y asuman de forma obligatoria las costumbres y los modos de vida de la sociedad que les acoge. Es un planteamiento que se muestra falaz, populista y que podría simplificarse bajo una premisa de mínimos, que no tiene nada que ver con las ocurrencias de políticos bajo el síndrome de electoralismo galopante: si el extranjero (y particularmente el musulmán) quiere que su religiosidad sea respetada, debe a su vez aceptar los usos del país de acogida.

Ello supone aceptar por ellos que ciertas prácticas como la poligamia, el repudio, la ablación, las formas de discriminación de la mujer o la imposición de matrimonios no son admisibles desde una óptica de protección de los derechos fundamentales. Y cuando hablamos de Derechos Humanos, no existe una “occidentalización” de los mismos ni una supuesta supremacía de los valores de nuestra civilización: los derechos humanos han de ser los mismos en Kabul o en Berlín, en Damasco que en Roma.

No se trata de defender lo nuestro como algo mejor o superior que lo foráneo. La barrera, la frontera a la aplicación de esas prácticas, debe situarse en la exigencia del respeto a la dignidad de la persona y debemos excluir toda forma de discriminación amparada en supuestas inercias históricas o culturales. Fuera, y también dentro de Euskadi, hay reacciones políticas teñidas de electoralismo y que suponen además un ataque frontal a los principios más esenciales de la dignidad humana. ¿Cómo puede ser considerado como delincuente una persona por el mero hecho de atravesar una frontera buscando salvar su vida o, simplemente, en busca de un mejor futuro?

Con frecuencia hablamos de tolerancia y de diálogo intercultural y, sin embargo, se levantan por todas partes del mundo nuevos muros y murallas que separan más de lo que supuestamente protegen. La entrada de inmigrantes sin control perjudica al conjunto de extranjeros en su consideración social y en sus oportunidades de trabajo. Ellos son los primeros perjudicados al ser explotados por mafias, trasladados con graves riesgo para sus vidas y con dificultades infranqueables para su plena regularización administrativa.

El segundo debate, el de la integración social de los inmigrantes, es incluso más complejo que el del control: no hay recetas mágicas. Basta comprobar que ni el modelo francés de asimilación (más generoso en conceder la nacionalidad pero que defiende una mayor uniformidad cultural, como se aprecia por ejemplo en la prohibición del velo islámico), ni el modelo inglés, más tolerante con las diferencias, y “multicultural” han evitado que el problema altere gravemente la vida ciudadana y la convivencia en paz social.

¿Cuál podría ser una vía razonable? Los inmigrantes deben respetar las leyes del Estado que les acoge, cumplirlas como ciudadanos: se integran en una sociedad que tiene sus reglas escritas y no escritas. Y los anfitriones debemos cumplir como obligación básica con el respeto a la diferencia. Solo si logramos conciliar ambos extremos podremos avanzar en la dirección correcta. Convivir es aceptar, respetar y valorar en positivo la diferencia, sí, pero exige un esfuerzo de adecuación a la sociedad en la que vives y que te acoge.

La identidad de las naciones es más fuerte cuanto más apueste por ser abierta, integradora y respetuosa con sus diferencias interiores, porque una nación cívica debe basar su fuerza en una concepción inclusiva de la identidad, como sociedad de ciudadanos, que valora su pluralismo interno y su complejidad social. Éste es también un reto, todavía incipiente, en nuestra sociedad vasca.

Jornada Mundial de Oración y reflexión contra la trata de personas y Vigilia de Oración

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Madrid, 8 de febrero 2018. «Rezar y reflexionar sobre la trata de seres humanos»: este es el objetivo de la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, programado para el día 8 de febrero, día de Santa Josefina Bakhita.

Esta Jornada es promovida por las Uniones Internacionales de los Superiores Generales de Congregaciones y órdenes religiosas, de mujeres y hombres y por el nuevo Dicasterio para el servicio del Desarrollo Humano Integral.

Y el Papa Francisco, un año más, apoyado por estas entidades, nos invita a rezar. Desde el inicio de su Pontificado, ha denunciado en numerosas ocasiones la trata de seres humanos, definiéndolo como «un crimen contra la humanidad» y llamando a todos a hacerle frente y a cuidar a sus víctimas. “Necesitamos tanto eliminar las causas de este fenómeno tan complejo como también asistir adecuadamente a las personas que caen en los lazos de la trata” (Palabras del Papa Francisco a los miembros del Grupo Santa Marta y RENATE, octubre-noviembre 2016).

Desgraciadamente el número de víctimas aumenta de año en año. Millones de hombres y mujeres, niños y adultos son víctimas de trata en todo el mundo. Personas en estado de esclavitud se venden como una mercancía, prostitución, tráfico de órganos, esclavitud laboral, niños para la mendicidad…., y tantas otras esclavitudes que nos rodean. Hace cuatro años, el papa Francisco nos convocaba por primera vez con el lema «Una luz contra la Trata». Para éste año 2018, el papa nos convoca en torno a las migraciones «Emigrar sin trata».

Con motivo de ésta jornada mundial, en numerosas diócesis de España se están organizando vigilias de oración en torno a la fecha propuesta.»

En Madrid, el grupo intra eclesial contra la trata de personas -integrado por CONFER, Fundación Amaranta, Cáritas, Fundación Cruz Blanca, Justicia y Paz y la Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal- convocan a una vigilia de Oración el sábado 10 de febrero.