El cierre de fronteras no es una respuesta a la inmigración clandestina porque favorece el contrabando y la trata de personas. Lo recalca el cardenal Antonio María Vegliò, presidente del Consejo pontificio para la pastoral de inmigrantes e itinerantes, invitando a buscar soluciones que tengan en cuenta las “diversas necesidades” y el “respeto de los derechos” de las personas implicadas, en particular los más débiles. En esta entrevista de nuestro periódico —en vísperas de la Jornada mundial del emigrante y del refugiado, que se celebra el domingo 13 de enero— el purpurado denuncia también la dramática situación de los refugiados de Siria, cuyo número ya elevado (más de medio millón) está destinado a duplicarse en pocos meses. Y recuerda a los medios de comunicación su responsabilidad en la orientación de la opinión pública ante el fenómeno de la inmigración, invitándoles en especial a no alimentar actitudes de miedo o de criminalización de las personas.
Hablando de inmigrantes y de refugiados, el pensamiento se dirige inmediatamente a la emergencia humanitaria en Siria, que empuja a miles de personas a huir de la guerra y de las persecuciones en busca de hospitalidad en los países limítrofes.
¿Cuál es la situación actual en el país?
La situación en Siria es verdaderamente desoladora, “desgarrada por incesantes masacres y escenario de espantosos sufrimientos entre la población civil”, como dijo el Papa en el discurso al cuerpo diplomático el 7 de enero. Basta pensar en cómo está aumentando el número de personas que huyen del país en busca de refugio: en mayo de 2012 los refugiados eran 70.000 y a finales de año 525.000. En Siria ya son 4.000.000 las personas que necesitan asistencia. Las expectativas para el futuro próximo no son positivas. Desgraciadamente se prevé el doble del número de refugiados, que serán cerca de un millón a mediados de año. Es por ello que las diversas agencias de las Naciones Unidas han lanzado un llamamiento por una nueva financiación conjunta de mil millones de dólares a fin de cubrir las exigencias de atención y protección del millón de refugiados previstos en los próximos seis meses en Siria.
¿Cuál es la respuesta de la comunidad internacional?
Los países circundantes muestran todavía hospitalidad y consienten la entrada de refugiados sirios en su territorio, pero los números son en cierto modo inmensos. A inicios de año los datos oficiales hablan de 175.000 refugiados en Jordania, 185.000 en Líbano, 150.000 en Turquía, 70.000 en Irak y 13.000 en Egipto, aunque muy probablemente los números reales son mucho más altos. La financiación para los últimos seis meses suponía cerca del 52% del dinero requerido. Ello significa que también los países europeos deben asumir su responsabilidad. Estos firmaron la Convención de refugiados de 1951, que implica el ofrecimiento de solidaridad y la participación en la carga financiera, pero también la apertura de las fronteras del país a quienes buscan asilo.
Fuente: L’Ósservatore Romano