Durante 17 años, los refugiados congoleños en Ruanda no tuvieron más opción que vivir en tres campamentos inmensos y sobrepoblados. De los 55.000 refugiados, muchos han vivido aquí desde que nacieron y no conocen una vida diferente. Para algunos, la idea de un mundo fuera les resulta extraña y como de otro planeta.
La gran mayoría huyó de la República Democrática del Congo (RDC) cuando el país se desintegró en un conflicto tras el genocidio de Ruanda de 1994. Muchos comparten el mismo deseo profundo de regresar a su país, a los valles del Norte y del Sur de Kivu, pero tristemente saben que el interminable conflicto que asola sus antiguas aldeas lo hace altamente improbable.
Mientras tanto, se encuentran viviendo como prisioneros, encerrados, en suspenso, en un limbo eterno con apenas espacio para construir un futuro.
El JRS ha estado trabajando en dos campamentos en Ruanda desde 1996 – Kiziba en el este y Gihembe en el norte – ofreciendo una serie de servicios educativos en prescolar, primaria y secundaria. También se ayuda a los que están en condiciones de más vulnerabilidad: los ancianos, los discapacitados, huérfanos, viudas y padres o madres solos.
Si charlamos con el personal sobre el terreno en los dos campamentos cada mañana, nos hablarán de su compromiso de devolver a los refugiados la dignidad que se merecen, la confianza en si mismos y la esperanza en el futuro.
Pocas posibilidades. Pero ¿qué futuro es posible? Oficialmente hay tres ‘soluciones duraderas’: la repatriación voluntaria al país de origen, la integración en el país de acogida con la consiguiente concesión de la nacionalidad ruandesa, y el reasentamiento en un tercer país.
Aunque muchos refugiados quieren regresar a casa, una tierra rica en recursos naturales donde ganarse la vida no sería tan difícil, saben que es una posibilidad remota. En el este de la RDC, en particular en Kivu Norte y Sur, la inestabilidad y la inseguridad reinan como consecuencia de los numerosos grupos armados rebeldes. Los refugiados lo saben y se resignan a esperar tiempos mejores.
Pocas son las esperanzas de integrarse en la sociedad ruandes, ya que eso es algo que no va a hacerse realidad. Este pequeño país sin mar es uno de los más densamente poblados del mundo, y es desesperadamente difícil que un refugiado encuentre trabajo o un pedazo de tierra para cultivar.
En la práctica, ninguno de los refugiados de Kiziba o Gihembe reconocerá que en el fondo sueñan con la ciudadanía ruandesa. Son conscientes que las dificultades que entraña superan a las ventajas.
El reasentamiento en un tercer país, como Estados Unidos o Canadá, es un maravilloso sueño para muchos refugiados, que han abandonado la idea de regresar a casa y preferirían vivir en una nación altamente industrializada.
La cuota de reasentamiento para refugiados en Ruanda en 2011 era de 1.100. Este año, el ACNUR confía en que esta cifra se duplique. Aunque esta solución podría parecer tentadora y efectiva, sigue siendo un privilegio para unos pocos.
Mientras tanto, seguirán en los campamentos, donde dependerán de las agencias humanitarias y de todos sus servicios, con pocas esperanzas de un empleo en la economía formal, hasta el día en que alguien tome la decisión de poner fin a este limbo.
Publicado por JRS