«Dejar que se ahogue gente en el Mediterráneo no está muy lejos de Auschwitz»

Una novela sobre la crisis de los refugiados

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La escritora alemana Jenny Erpenbeck publica ‘Yo voy, tú vas, él va’, sobre un profesor jubilado que decide ayudar a un grupo de refugiados en Berlín

El MundoLeticia Blanco11-09-2018

Richard es un profesor universitario que acaba de jubilarse y, de repente, tiene tiempo libre. Vive a las afueras de Berlín, en una casa frente a un lago en el que el pasado verano se ahogó un hombre. Todavía no han sacado el cadáver de las profundidades así que, un poco por terror, un poco por respeto, nadie ha vuelto a nadar allí desde entonces. Un día Richard tropieza con un campamento de refugiados que se ha instalado en la Oranienplatz de Kreuzberg. Se interesa por los que duermen bajo las tiendas y se propone conocer su historia, implicarse. Así que se acerca a las asambleas que organizan, redacta una lista de preguntas para descubrir su pasado y se deja caer por las clases donde aprenden el alemán y sus caprichosas declinaciones.

Así conocerá la historia de chicos como Awad, un mecánico de coches que huyó de Libia durante la revuelta contra Gadafi después de que asesinaran a parte de su familia. Él y otros refugiados huyen de la violencia extrema. Tras cruzar el Mediterráneo en penosas condiciones y pasar meses en un campo de refugiados en Sicilia, ahora buscan un lugar en el que empezar una nueva vida: Berlín. A medida que estrecha relación con ellos, Richard, un catedrático emérito acostumbrado a citar a Dante y Hölderlin, descubrirá su propia ignorancia (es incapaz de ubicar en el mapa a Ghana y no sabe cuál es la capital de Níger) y se irá involucrando cada vez más en las vidas de un grupo de jóvenes africanos a los que al principio, poco familiarizado con sus nombres, bautiza como héroes mitológicos como Apolo o Hermes.

Así arranca Yo voy, tú vas, él va (Anagrama y Angle), puede que la primera novela sobre la crisis de los refugiados que azota Europa. La alemana Jenny Erpenbeck empezó a escribirla en 2013, cuando «a los inmigrantes los veías si querías». «Luego, cuando la crisis se agravó en el verano de 2015, los veías aunque no quisieras. Fue entonces cuando salió publicada», recuerda. La escritora buscó un grupo de refugiados y, como Richard en la novela, se zambulló en su vida cotidiana. «Los acompañaba en sus visitas al abogado, las casas de acogida, las manifestaciones…». Hoy sigue en contacto con ellos («no se esfumaron con la publicación de la novela») y forman parte de su «familia», dice.

Erpenbeck decidió escribir la novela no sólo para visibilizar el mayor problema humanitario de Europa, también porque quería recoger «sus voces, que son un tesoro» y no dejar que el viento y las olas del mar se llevaran para siempre los testimonios de individuos que, en muchos casos, «han atravesado de manera involuntaria experiencias tan duras y trascendentes que tienen algo de filosófico». Si para algo está la literatura, opina, es precisamente para eso, para darles voz.

En la novela se entrecruzan los testimonios de los refugiados, la inexpugnable burocracia y las reflexiones de Richard, que algunas veces también se siente como un ciudadano de segunda por haber crecido en el Este. No sólo porque su pensión es menor que la de un profesor del Oeste, sino porque «se siente extranjero en la Alemania reunificada y sufre la inseguridad de haber tenido que reeducarse en un país nuevo del que desconoce las reglas», afirma la autora. Ella también nació en el Berlín Este, en 1967, y cuenta que, al empezar a escribir, decidió que Richard sería del Este porque allí «la utopía de la igualdad» existió en algún momento. También cree que el hecho de que Angela Merkel creciera en la Alemania comunista, «donde aprendió lo que es la solidaridad», y que su padre fuera un pastor luterano tiene mucho que ver en su posición frente a los refugiados, pese a las enormes presiones que recibe para limitar el número de acogidos por parte de la ultraderecha y de su propio partido, que para más inri, «se hace llamar democristiano».

Hay una frase en Yo voy, tú vas, él va que dice así: «Seguro que los africanos ni siquiera sabían quién era Hitler, pero, solo si ahora sobrevivían en Alemania, Hitler habría perdido de verdad la guerra». Para Erpenbeck, que muchos países europeos estén discutiendo la posibilidad de dejar que los inmigrantes se ahoguen en el mar «es la misma idea que nos llevó a Auschwitz», afirma. «La frase que oímos todo el rato, ‘Es que no pueden venir todos’, es absurda y sólo es una excusa para que miles de personas se ahoguen. No tenemos derecho a decidir quién viene o quién se puede quedar. Y como europeos, no podemos dejar solos a España, Italia y Grecia».

Erpenbeck alerta de otro peligro: ese limbo de espera al que se ven condenados los refugiados, que muchas veces pasan siete años malviviendo sin saber saber si podrán quedarse en el país de acogida o no. En Austria, por ejemplo, mientras esperan a que se resuelva su solicitud de residencia tienen prohibido trabajar o formarse, algo que impide cualquier atisbo de integración y que solo genera frustración. «Siempre se dice que la economía acaba dictándolo todo y no es cierto. Nos faltan panaderos, fontaneros y otros empleos de formación técnica, pero a los gobiernos sólo les interesa aceptar a los inmigrantes que ya están formados», lamenta.

La espera sólo puede traer problemas, alerta la alemana. «Todos sabemos cómo nos ponemos cuando nos toca esperar más de lo habitual en una tienda o una oficina…sólo hay que imaginarse cómo debe sentirse toda esa gente que está ansiosa por empezar una nueva vida y no puede. Quieren formar una familia, tener un trabajo, en ocasiones reciben presiones para enviar dinero a África… en ese día a día de espera desesperada sin estructura familiar, muchas veces el único sitio donde los quieren es en las mezquitas, y todos sabemos que hay mezquitas buenas y mezquitas malas. No hay que postergar los problemas. La espera no trae nada bueno», añade. Esa condena a estar paralizados impide a los refugiados soltar lastre, cicatrizar heridas y superar el pasado. La imposibilidad de hacer planes de futuro les condena a un presente indefinido cargado de amargura.

La novela, que ganó el premio Strega Europeo de 2017, aborda la tragedia de los refugiados sin caer en el sentimentalismo de hecho, el estilo de Erpenbeck es bastante austero, salpicado de algún fogonazo lírico . Y no sólo va sobre el drama de los refugiados que llegan a Europa en busca de un hogar. También es un libro sobre cómo encarar la vida tras la jubilación, la empatía, cómo implicarse con el otro y, tal y como dice la editora de Anagrama Silvia Sesé, «como vivir una vida que valga la pena».

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La Co­mi­sión Pon­ti­fi­cia para la Pro­tec­ción de los Me­no­res con­clu­ye su Asam­blea Ple­na­ria

La 9ª Asam­blea Ple­na­ria or­di­na­ria de la Co­mi­sión Pon­ti­fi­cia para la Pro­tec­ción de los Me­no­res se reunió en Roma del 7 al 9 de sep­tiem­bre de 2018.

180910_Vaticano_PapaFrancisco_OMalley-FILEminimizer-780x439re­vis­ta al car­de­nal Sean Pa­tri­ck O’­Ma­lley, pre­si­den­te de la Co­mi­sión Pon­ti­fi­cia para la Pro­tec­ción de los Me­no­res, tras cul­mi­nar su Asam­blea Ple­na­ria, el 9 de sep­tiem­bre en Roma.

 

La Pon­ti­fi­cia Co­mi­sión para la Pro­tec­ción de los Me­no­res con­clu­yó el do­min­go 9 de sep­tiem­bre la se­sión ple­na­ria que co­men­zó el vier­nes pa­sa­do. Nues­tro co­le­ga Ser­gio Cen­to­fan­ti en­tre­vis­tó al car­de­nal Sean Pa­tri­ck O’­Ma­lley, pre­si­den­te de este or­ga­nis­mo.

– El papa Fran­cis­co des­ta­có la im­por­tan­cia cen­tral de es­cu­char a las víc­ti­mas ya que lo que han vi­vi­do re­pre­sen­ta una guía para la Igle­sia en la cus­to­dia de los me­no­res, víc­ti­mas de abu­sos se­xua­les. Ante la si­tua­ción ac­tual y los he­chos re­cien­tes, ¿se está es­cu­chan­do real­men­te a las víc­ti­mas y cuán­to se pue­de apren­der de ellas?

-Cier­ta­men­te, los re­cien­tes he­chos en la Igle­sia han cen­tra­do la aten­ción de to­dos en la ur­gen­te ne­ce­si­dad de una res­pues­ta cla­ra de la Igle­sia so­bre el abu­so se­xual de me­no­res. Por su­pues­to, una de las res­pon­sa­bi­li­da­des de la Co­mi­sión es tra­tar de es­cu­char a las víc­ti­mas. Siem­pre es­ta­mos aten­tos a es­cu­char sus tes­ti­mo­nios, que tan­to apor­tan a nues­tras de­li­be­ra­cio­nes y nues­tros jui­cios.

Esta vez, co­men­za­mos nues­tra reunión es­cu­chan­do los tes­ti­mo­nios, en pri­mer lu­gar, de una mu­jer de Amé­ri­ca La­ti­na que fue mal­tra­ta­da por un sa­cer­do­te; lue­go, la ma­dre de dos víc­ti­mas adul­tas de los Es­ta­dos Uni­dos. La voz de las víc­ti­mas es real­men­te im­por­tan­te.

En es­tos días nos he­mos en­con­tra­do con los neo obis­pos y, como ha su­ce­di­do en otras oca­sio­nes, he in­vi­ta­do a Ma­rie Co­llins a es­cu­char el tes­ti­mo­nio di­rec­to de al­gu­nas per­so­nas que han te­ni­do la ex­pe­rien­cia de su­frir este ho­rror en sus vi­das y por lo tan­to pue­den ex­pli­car las con­se­cuen­cias y re­per­cu­sio­nes que los abu­sos tie­nen so­bre el in­di­vi­duo, la fa­mi­lia y toda la co­mu­ni­dad.

Por tan­to, lle­var la voz de las víc­ti­mas a to­dos los vér­ti­ces de la Igle­sia es cru­cial para ha­cer en­ten­der a to­dos, qué tan im­por­tan­te es para la Igle­sia dar res­pues­tas de ma­ne­ra rá­pi­da y co­rrec­ta a cada si­tua­ción de abu­so en cual­quier mo­men­to que se ma­ni­fies­te.

De modo par­ti­cu­lar, a la luz de la si­tua­ción ac­tual. Si la Igle­sia es in­ca­paz de res­pon­der con todo su co­ra­zón y ha­cer de este asun­to una prio­ri­dad; to­das nues­tras otras ac­ti­vi­da­des de evan­ge­li­za­ción, obras de ca­ri­dad y edu­ca­ción se ve­rán afec­ta­das. Esta debe ser la prio­ri­dad en la que de­be­mos en­fo­car­nos aho­ra.

– La Co­mi­sión a me­nu­do ha­bla de su de­ber de pro­mo­ver la “res­pon­sa­bi­li­dad lo­cal” de la pro­tec­ción. ¿Qué sig­ni­fi­ca esto en tér­mi­nos con­cre­tos? y ¿es rea­lis­ta?

La Co­mi­sión es im­pla­ca­ble en el lle­var el men­sa­je de pro­tec­ción a todo el mun­do.

Sa­be­mos que hay mu­chos con­ti­nen­tes don­de se tra­ta de un tema nue­vo, del cual las per­so­nas a ve­ces no ha­blan mu­cho, y de modo par­ti­cu­lar, en tie­rras de mi­sión, don­de la Igle­sia tie­ne muy po­cos re­cur­sos. Por lo tan­to, des­de nues­tra úl­ti­ma reunión, nues­tros miem­bros han par­ti­ci­pa­do en más de 100 con­fe­ren­cias en todo el mun­do. En este mo­men­to, se es­tán pla­nean­do im­por­tan­tes con­fe­ren­cias en Bra­sil, en co­la­bo­ra­ción con la Con­fe­ren­cia Epis­co­pal, así como en Co­lom­bia, Mé­xi­co y Po­lo­nia.

“Si la Igle­sia es in­ca­paz de res­pon­der con todo su co­ra­zón y ha­cer de este asun­to una prio­ri­dad; to­das nues­tras otras ac­ti­vi­da­des de evan­ge­li­za­ción, obras de ca­ri­dad y edu­ca­ción se ve­rán afec­ta­das. Esta debe ser la prio­ri­dad en la que de­be­mos en­fo­car­nos aho­ra”

Tam­bién es­ta­mos tra­ba­jan­do di­li­gen­te­men­te en la ela­bo­ra­ción de lí­neas guía: una de nues­tras úl­ti­mas ini­cia­ti­vas es desa­rro­llar ins­tru­men­tos de ve­ri­fi­ca­ción que pue­dan ser uti­li­za­dos por las Con­fe­ren­cias Epis­co­pa­les para me­dir la im­ple­men­ta­ción y el cum­pli­mien­to de las mis­mas. De esta for­ma, cuan­do los obis­pos lle­guen a Roma con oca­sión de las vi­si­tas ad li­mi­na, po­drán de­mos­trar cómo han po­di­do po­ner en prác­ti­ca es­tas lí­neas guía que cada Con­fe­ren­cia Epis­co­pal ha rea­li­za­do por en­car­go de la San­ta Sede y del pro­pio San­to Pa­dre.

¿Qué feed­ba­ck o co­men­ta­rios está re­ci­bien­do la Co­mi­sión con res­pec­to a es­tos es­fuer­zos?

Las Con­fe­ren­cias Epis­co­pa­les que nos han vis­to in­vo­lu­cra­dos en la edu­ca­ción y la for­ma­ción nos han apo­ya­do mu­cho. Una de nues­tras ini­cia­ti­vas aho­ra es crear en va­rios con­ti­nen­tes los “Sur­vi­vor­s’ Ad­vi­sory Pa­nels” , (Co­mi­tés de con­sul­ta para los su­per­vi­vien­tes). El pri­me­ro será en Bra­sil, pero he­mos ini­cia­do el pro­ce­so tam­bién en Áfri­ca y en Asia.

De esta ma­ne­ra, con­ta­re­mos con gru­pos de víc­ti­mas que pue­dan ase­so­rar a las Con­fe­ren­cias Epis­co­pa­les lo­ca­les, ofre­cer su con­tri­bu­ción, pero tam­bién con­so­li­dar el tra­ba­jo de nues­tra Co­mi­sión In­ter­na­cio­nal.

Exis­te mu­cha con­fu­sión so­bre el pa­pel de la Co­mi­sión. A me­nu­do ha sido cri­ti­ca­da por una apa­ren­te fal­ta de “po­der” en la im­ple­men­ta­ción de re­for­mas in­ci­si­vas. Sin em­bar­go, el man­da­to de la co­mi­sión es­ta­ble­ce que es un “ór­gano con­sul­tor” del San­to Pa­dre. ¿Cómo fun­cio­na el tra­ba­jo en sí mis­mo?

A ve­ces las per­so­nas me pre­sen­tan como el pre­si­den­te de la “Co­mi­sión so­bre el abu­so se­xual” y siem­pre los co­rri­jo di­cien­do que no, nues­tra com­pe­ten­cia se re­fie­re a la pro­tec­ción de me­no­res: es real­men­te una ta­rea que se re­fie­re a la pre­ven­ción. No so­mos un ór­gano que se ocu­pa de ca­sos ya per­pe­tra­dos o de si­tua­cio­nes par­ti­cu­la­res de abu­so. Es­ta­mos tra­tan­do de cam­biar el fu­tu­ro, para que es­tas his­to­rias tris­tes no se re­pi­tan; y lle­va­mos a cabo esta ta­rea me­dian­te la adop­ción de re­co­men­da­cio­nes que pre­sen­ta­mos al San­to Pa­dre.

“Lle­var la voz de las víc­ti­mas a to­dos los vér­ti­ces de la Igle­sia es cru­cial para ha­cer en­ten­der a to­dos, qué tan im­por­tan­te es para la Igle­sia dar res­pues­tas de ma­ne­ra rá­pi­da y co­rrec­ta a cada si­tua­ción de abu­so en cual­quier mo­men­to que se ma­ni­fies­te”

Nues­tra ta­rea tam­bién es pro­mo­ver las me­jo­res prác­ti­cas y di­rec­tri­ces que ten­gan en cuen­ta la pro­tec­ción y la pre­ven­ción.

Ade­más, lle­va­mos a cabo pro­gra­mas de edu­ca­ción y ca­pa­ci­ta­ción para aque­llos que es­tán en la cús­pi­de de la Igle­sia, para que nues­tros obis­pos, sa­cer­do­tes y re­li­gio­sos sean cons­cien­tes de la gra­ve­dad del asun­to y ten­gan las he­rra­mien­tas para res­pon­der, de ma­ne­ra que pon­gan como prio­ri­dad la pro­tec­ción de los me­no­res y el cui­da­do pas­to­ral de la víc­ti­ma.

Este es el ob­je­ti­vo que im­pul­sa nues­tra ac­ti­vi­dad. Hay otros Di­cas­te­rios en la San­ta Sede que son res­pon­sa­bles de abor­dar los ca­sos in­di­vi­dua­les y las cir­cuns­tan­cias de abu­so o ne­gli­gen­cia por par­te de las au­to­ri­da­des. Nues­tra Co­mi­sión no pue­de ser con­si­de­ra­da res­pon­sa­ble de esas ta­reas: no­so­tros te­ne­mos nues­tras com­pe­ten­cias, que creo que son real­men­te muy im­por­tan­tes. Te­ne­mos un di­cho en in­glés que dice: “Una onza de pre­ven­ción vale una li­bra de pro­tec­ción”. En efec­to, nues­tro tra­ba­jo es so­bre pre­ven­ción e in­ten­tar ha­cer de la Igle­sia, el lu­gar más se­gu­ro para ni­ños y adul­tos vul­ne­ra­bles.

 ¿Cómo son las re­la­cio­nes con los otros or­ga­nis­mos de la Cu­ria Ro­ma­na?

Como dije, una de nues­tras res­pon­sa­bi­li­da­des es for­mar a los lí­de­res de la Igle­sia. Por esta ra­zón, he­mos or­ga­ni­za­do con­fe­ren­cias en mu­chos Di­cas­te­rios don­de he­mos te­ni­do la opor­tu­ni­dad de ha­blar so­bre el tema. En es­tas oca­sio­nes, me acom­pa­ña siem­pre una víc­ti­ma y ha­blo de la mi­sión de la Igle­sia de brin­dar pro­tec­ción. Creo que es­tas reunio­nes han sido muy exi­to­sas.

“Nues­tro tra­ba­jo es so­bre pre­ven­ción e in­ten­tar ha­cer de la Igle­sia, el lu­gar más se­gu­ro para ni­ños y adul­tos vul­ne­ra­bles”

Esta se­ma­na los miem­bros de nues­tra Co­mi­sión se en­con­tra­rán con los re­fe­ren­tes de la Con­fe­ren­cia epis­co­pal ita­lia­na y la Con­gre­ga­ción para Doc­tri­na de la Fe.

Re­fu­gia­dos: Vio­len­cia y mi­se­ria en los asen­ta­mien­tos fron­te­ri­zos de Bos­nia y Her­ze­go­vi­na

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La or­ga­ni­za­ción Mé­di­cos Sin Fron­te­ras de­nun­cia de­vo­lu­cio­nes trans­fron­te­ri­zas, vio­len­cia y con­di­cio­nes inade­cua­das para los mi­gran­tes y re­fu­gia­dos en el nue­vo pun­to ca­lien­te de la ruta de los Bal­ca­nes. Una gra­ve cri­sis po­dría cer­nir­se si la res­pues­ta hu­ma­ni­ta­ria en este país no me­jo­ra an­tes de que lle­gue el in­vierno.

Más de 4.000 mi­gran­tes y re­fu­gia­dos mal­vi­ven en asen­ta­mien­tos pre­ca­rios y edi­fi­ca­cio­nes aban­do­na­das a lo lar­go de la fron­te­ra de Bos­nia-Her­ze­go­vi­na con Croa­cia.

http://www.agenciasic.es/2018/09/06/refugiados-violencia-y-miseria-en-los-asentamientos-fronterizos-de-bosnia-y-herzegovina/

El Consejo de Europa cuestiona a España las expulsiones colectivas de inmigrantes

Tras la investigación a España que ordenó Tomá Boeck, figura clave en el departamento de Migración y Refugiados del Consejo de Europa, la institución europea ha emitido el informe en el que cuestiona las devoluciones colectivas y las pésimas condiciones de saturación de los centros de acogida.

En el escrito, el Consejo de Europa advierte a España de que toda persona que llegue al país, incluidos los que salten las vallas fronterizas en Melilla y Ceuta, debe estar protegida contra la devolución y expulsiones colectivas con la posibilidad real de tener acceso a un procedimiento de asilo eficaz y justo.

https://www.abc.es/espana/abci-consejo-europa-advierte-espana-contra-expulsiones-colectivas-201809061620_video.html

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