«Si no ponemos en el centro a la persona, cualquier política que hagamos estará muy alejada del Evangelio»
(Pilar Seidel, Archdiócesis de Barcelona).- El padre Javier (@javiermontessj), jesuita desde el año 2001 y sacerdote desde 2013, conoce de primera mano el drama humanitario de los migrantes y las políticas migratorias. Coordinador social de la Delegación Diocesana de Migraciones en Nador (Marruecos), trabaja, cada día, con los cientos de personas que esperan en los bosques cercanos a la ciudad para que alguna patera les acerque a su sueño de una vida mejor.
Vamos a comenzar por lo más reciente, la actualidad, y en este caso con dos noticias. La primera, el llamamiento que este pasado domingo hizo el papa Francisco ante la Jornada Mundial del Refugiado que se celebró ayer, 20 de junio, pidiendo a todos los Estados la aprobación, el próximo mes de septiembre, del Pacto Mundial sobre Refugiados «para abordar de modo global una emergencia que se ha vuelto global por la proliferación de guerras y focos de extrema pobreza».
¿Qué opina de ese Pacto? ¿Es suficiente como respuesta ante la mayor crisis humanitaria desde la II Guerra Mundial?
Yo creo que el Papa está poniendo acento en que éste es un tema global, porque está viendo que cada país está tirando hacia un lado, por ejemplo, en la misma Unión Europea, con una separación que va en contra de la propia unión, fruto, a lo mejor, de intereses de cada país o incluso de cada partido. Esto está desquebrajando los fundamentos de la Unión Europea y lo que el Papa está diciendo es que no es solo un problema de Europa, sino un tema global, que tiene que abordarse a nivel planetario, porque las causas están muy mezcladas.
Creo que el Papa, hoy por hoy, es la única autoridad moral mundial que es capaz de aglutinar esta petición, porque ni Estados Unidos está ejerciendo un liderazgo en este sentido ni Europa, con esta crisis tan interna, lo puede hacer.
La persona del Papa es reconocida por todos por su ejemplo y por su discurso. Ojalá los estados se sienten y acepten, por lo menos, entrar a hablar de esta problemática que implica a los países de origen, a los de tránsito y a nosotros los de la frontera con América y Europa, e incluso dentro de Asia, donde hay también unos movimientos de personas increíbles.
A esto unimos el desembarco en Valencia, también este domingo, de los inmigrantes llegados a bordo del Aquarius y dos barcos más, y de la llegada masiva de pateras a las costas de Andalucía, incluso con más personas que el total de la embarcación que ya se ha hecho famosa. Como español, y como persona inmersa en esta problemática, ¿cómo ha vivido la llegada del Aquarius? ¿Cree que ha sido una decisión correcta?
Sobre el barco Aquarius, me da un poco de miedo que se utilice mediáticamente. Creo que fue una decisión correcta en el sentido de que hay una situación humanitaria en la que hay dos países, Malta e Italia, que rechazaban a acogerlos y España lo hizo. Como español me gusta ese gesto, pero espero que se vea acompañado de algún tipo de liderazgo o algún tipo de política, con respecto a la migración, más humanitaria. Eso todavía hay que verlo y hay que vigilar al nuevo Gobierno para que no se base en una política «de fotos».
Uno de los países protagonistas de esta situación es Marruecos, donde usted trabaja. ¿Cuál es la labor que realiza la Delegación Diocesana de Migraciones en Nador y la labor de la Iglesia católica allí?
La Iglesia católica en Marruecos, al ser un país musulmán, siempre se ha dedicado a atender a los cristianos que había y a hacer una gran labor humanitaria y social, y es una labor muy reconocida. Desde hace unos años, ante la vulnerabilidad del colectivo de los inmigrantes, la iglesia de Marruecos, con las dos diócesis que la forman, ha sabido volcarse en su ayuda, mucho más, a lo mejor que iglesias europeas, que han tardado más en reaccionar.
En ese sentido creo que una iglesia pequeña y pobre ha dado ejemplo a otras iglesias más grandes o con más medios.
¿Qué es lo que hace la Delegación de Migraciones? Básicamente acompañar a las personas que están allí, también pastoralmente si son cristianos, atenderles si tienen necesidades médicas o sanitarias, darles medicinas, llevarlos a hacerse los test que necesiten si tienen alguna enfermedad… Es decir, servir a la gente en sus necesidades, dentro de nuestras posibilidades también limitadas.
Y acompañar a las personas que, aunque son las menos, han decidido quedarse en Marruecos, con formación profesional, por ejemplo, en electricidad, para que, al menos, aprovechen el tiempo formándose.
¿Qué podemos hacer los cristianos y la sociedad en general, para influir un poco en esta realidad?
Venimos de una tradición religiosa, de Abraham, al que tanto los judíos como los cristianos como los musulmanes lo consideramos el padre de la fe, cuya historia fue salir de su tierra. El mismo Jesús nació en un tránsito y ya en su vida pública nos dijo lo de fui forastero y me acogisteis. En las tres religiones de tronco judío, el atender al forastero, al inmigrante, al que viene de fuera, es algo primordial.
Así que, si miramos nuestra fe y queremos que esa historia de fe se note en nuestra vida de forma más práctica, acerquémonos, por ejemplo, a las personas que están llegando a nuestros barrios. Raro es la ciudad de España donde no hay personas de origen latino o de origen africano, pero, a veces, ni siquiera intentamos invitarlos a algo comunitario en nuestras iglesias. ¿Somos acogedores con los católicos que viene de otros países? Yo creo que nos falta mucho todavía.
Y creo que es fundamental, también, conocer historias concretas de estas personas y contárselas a amigos, a vecinos, porque mucha gente te dice «es que la migración…» y hay que decirles, ¿conoces su historia? Si entendiéramos las historias de las personas que migran seguro que tendríamos una mirada más humana.
Si, más allá de las políticas migratorias, no ponemos en el centro a la persona, cualquier política que hagamos estará muy alejada del Evangelio y de los valores que, como sociedad, queremos tener. Por eso, la acogida es un valor fundamental, pero también es fundamental el conocimiento de las historias de las personas que tenemos a nuestro alrededor.
¿Qué papel juegan los medios de comunicación en el drama de las migraciones? ¿Transmiten los periodistas esta realidad de forma correcta?
Creo que cuando uno entiende de un tema bastante, como es, por ejemplo, el tema de las migraciones en mi caso, a veces se ve una simplificación demasiado grande en los medios. Y es normal en parte, porque tienen que adaptar la realidad a las personas a las que llega su mensaje.
Yo lo que pido a los periodistas es que trabajen los temas, que busquen información, que conozcan las historias de los inmigrantes. Es cierto que, al final, son temas con una gran complejidad, pero hay que ir a lo profundo, no podemos quedarnos en titulares, en las «avalanchas».
Yo entiendo que eso es, a veces, lo que vende y que el periodismo está muy sujeto a las visitas a sus medios digitales y a las ventas de sus periódicos y tienen que poner algo que llame la atención, pero yo creo que ahí se juega mucho con el tema de la verdad. Y el periodismo tiene que ser un servicio a la verdad, aunque la verdad sea compleja, y tenga muchas capas.
Además, los medios de comunicación juegan un papel importante también en la formación de la sociedad a todos los niveles y, en este tema de la migración, a mí me da miedo, muchas veces, el lenguaje cada vez más belicista que se está empleando. Creo que hay que adecuar el lenguaje a la realidad y creo que los medios deben ejercer en la sociedad una cierta «pedagogía» para entender que está pasando.
Nos hablaba en su charla de la importancia que para ellos tienen las redes sociales.
Sí. El inmigrante da mucha importancia a esa «conectividad», porque a través de ella, a través de las redes sociales, está conectado con su origen, y probablemente está conectado, también, con un amigo o un familiar que le está esperando ya en España. Muchos de los que están en las barcas, si llevan el móvil y tienen algún problema, pueden llamar a salvamento marítimo y eso les puede salvar la vida. Y cuando llegan a algún destino, van publicando fotos en Facebook, o reciben fotos de sus familiares, o incluso documentos necesarios para realizar alguna gestión…
Las redes sociales, e internet en general es, para ellos, un mecanismo de protección y de seguridad.
Va a colaborar con Manos Unidas en un programa de apoyo social al migrante a través de talleres, por la importancia que tiene esa parte de poder «aislarse» un poco mentalmente de la dramática situación en la que viven. ¿Qué nos puede contar de esa iniciativa?
Manos Unidas ya viene colaborando con la Delegación de Migraciones en Tánger y en Tetuán. Y en Nador también, con el centro de Formación Profesional que, de momento, es solo para jóvenes marroquís.
Este nuevo proyecto es de intervención psicosocial, y se va a poner en marcha con los migrantes que están en Nador, bien de manera estable o de paso, que vienen huyendo de la guerra o el hambre para buscar una vida mejor. Sufren mucho estrés y vienen con traumas. El equipo que tenemos, formado por una psicóloga, una trabajadora social y dos religiosas, van a hacer actividades con ellos: ayudarles a relajarse, a relacionarse, a fortalecer las comunidades de mujeres, a elegir a formadores de entre ellos mismos para que multipliquen nuestros talleres, a sensibilizar a las mujeres sobre la importancia de los controles durante el embarazo, a concienciarles sobre la importancia de la higiene en los campamentos para que no haya enfermedades, incendios… Queremos atender a la persona en su dimensión completa, más allá de una herida o de una manta, y a eso, una vez más, nos va a ayudar Manos Unidas.
Padre Javier Montes, sj