Isla de Tierra es un islote diminuto y deshabitado pegado a la costa marroquí y muy fácilmente accesible a nado. Pero es español. Ayer, por tercer día consecutivo, un grupo de inmigrantes subsaharianos se mantenía en el pedrusco, vallado con alambre de espino y rodeado de turistas en bañador que toman el sol y se bañan tranquilamente en la playa de enfrente, sin que el Gobierno tome ninguna decisión al respecto. Los subsaharianos dicen que están en España, pasean alrededor de la bandera rojigualda que se alza en medio del islote, y piden que los trasladen a Melilla o a la Península. El Ejecutivo, por el momento, se niega a hacerlo. No quiere sentar un precedente. El delegado del Gobierno en Melilla, Abdelmalik El Barkani, llegó a asegurar ayer en un comunicado que ellos no se responsabilizan de lo que pueda pasarles, aunque sí les han prestado alguna ayuda.
“Cualquier consecuencia indeseable que pudiera derivarse del acceso irregular a territorio nacional no es consecuencia de la política de este Gobierno en materia de inmigración sino de quienes hacen negocio a costa de explotar a seres humanos, incluidos los más vulnerables, como los menores”, señalaba la nota de prensa de la delegación del Gobierno melillense. En ella se aseguraba, sin embargo, que a mediodía se les llevaría comida y mantas, y que se había prestado asistencia sanitaria a cuatro de ellos, a tres mujeres y a un hombre “que presentaba síntomas de mayor debilitamiento y al que se le han practicado exploraciones y tomas de tensión, temperatura y niveles de glucemia”.