La emigración, un viaje de la humanidad en el que la Iglesia está presente

Inmigrantes africanos tras llegar a Motril

Inmigrantes africanos tras llegar a Motril

Del 17 al 21 de noviembre se ha celebrado en el Vaticano el VII Congreso Mundial de Pastoral de las Migraciones. Cada cinco años se convoca a representantes de todo el mundo para debatir sobre cuestiones de actualidad y marcar orientaciones pastorales. En esta ocasión se reunieron unas 300 personas de 90 países. La delegación española contó con tres laicas, un religioso, el obispo presidente de la comisión de migraciones de la Conferencia Episcopal y tres sacerdotes diocesanos, entre lo que se encontraba José Luis Lastra Palacios, coordinador de la mesa diocesana de pastoral con inmigrantes de Burgos.

La mirada del presente congreso quería ser positiva: el título hablaba de “Cooperación y desarrollo en la pastoral de las migraciones”, y se pretendía hacer ver cómo los migrantes contribuyen al avance de las sociedades de acogida y también de la misma Iglesia, a la vez que son fuente de desarrollo para sus países de origen. Todo ello a través de ponencias, testimonios y mesas redondas en las que se insistía en una “narración positiva” de las migraciones. Cada día se centró la mirada en un colectivo concreto: familias, mujeres, jóvenes.

Pero indudablemente salía también la realidad negativa y trágica que con frecuencia conllevan las migraciones. El ministro italiano del Interior, Angelino Alfano, habló de la operación Mare nostrum que ha rescatado el último año a 150.000 personas en el Mediterráneo. El obispo de Tánger, Santiago Agrelo, señaló las fronteras de mar y de verjas que su diócesis tiene con Ceuta, Melilla y la península; y desde África y desde Oriente próximo se recordó que actualmente la mayoría de los que salen de allí no es por motivos laborales, sino huyendo de guerras y persecuciones; más que inmigrantes económicos son solicitantes de asilo. En concreto, unos 1.000 millones de personas son migrantes hoy día, 1 de cada 7 personas en el mundo (232 millones de inmigrantes internacionales y más de 700 millones de desplazados forzosos internos).

Junto a la escucha de intervenciones y puntos de vista de todo el mundo, en un congreso de este tipo están también los grupos de trabajo por lenguas, los intercambios en los ratos de descanso, la oración común, el espíritu ecuménico (participaron representantes ortodoxos, anglicanos y luteranos)…  Es además un ejercicio de corresponsabilidad eclesial, pues junto a unos 60 obispos participaron otros tantos sacerdotes, muchas religiosas y religiosos y un número importante de laicos.

       Encuentro con el papa

El congreso comenzó con una celebración eucarística en la basílica de San Pedro, en el corazón de la Iglesia. Y concluyó en un encuentro con el papa Francisco; que habló de que “la migración sigue siendo una aspiración a la esperanza”, e invitó a que la Iglesia siga reconociendo a Jesucristo en el rostro del prójimo, como “madre sin confines y sin fronteras”. Tuvo tiempo para saludar a cada obispo en particular y recibir algunos recuerdos y peticiones: de la delegación española se llevó un álbum con fotos de las tragedias y esperanzas del Estrecho y una pequeña patera de madera, para que también él haga oración de esta realidad y del sueño de justicia que impulsa a tantas personas a buscar y construir un mundo mejor.

 

 

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