LA IGLESIA CLAMA CONTRA LA VERGÜENZA DE CEUTA

VIDA NUEVA 14/02/2014

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FRAN OTERO | El pasado 6 de febrero, España se despertaba con una nueva tragedia en la frontera que separa Ceuta de Marruecos. Allí, varios centenares de inmigrantes subsaharianos buscaban acceder a nuestro país con el horizonte de una vida mejor; quince fallecieron ahogados tras lanzarse al mar al no poder entrar por tierra, porque se lo impedían las fuerzas de seguridad españolas y marroquíes.

La realidad muestra que el control férreo de las fronteras no es la solución, pues no solo no disuade a aquellos que quieren entrar en nuestro país, sino que aumenta el peligro de que sucesos como los del pasado día 6 puedan volver a repetirse.

Ante esta situación, la Iglesia volvió a manifestarse para defender la dignidad de todo ser humano y para denunciar, como hizo el Papa en Lampedusa, lo que es una vergüenza.

Así, el Secretariado de Migraciones de la Diócesis de Cádiz y Ceuta, tras expresar su solidaridad con las familias de los fallecidos, denunció “la muerte de estos inocentes y las causas que las originan”. “Demandamos a los Gobiernos de todos los países afectados en estos graves sucesos –generados por una inmigración que vive una situación muy desesperada– que aborden las políticas y los medios necesarios para evitar que se repitan estos dramas y tragedias”.

Más testimonial es la reflexión que el director del Secretariado de Migraciones de la CEE, José Luis Pinilla, hace llegar a Vida Nueva: “Ante las muertes en El Tarajal, me ha impresionado, además de la tragedia, la permanente lucha de los inmigrantes. Me duele en el alma que también se habrán llevado, si la angustia les deja ser mínimamente conscientes de ello, un sentimiento de haber sido traicionados, de que no era esto lo que les habían prometido las noticias e imágenes de la vieja Europa en la sufriente y eternamente joven África. Traicionados y, lo que es peor, impotentes”.

También emotiva y contundente es la reflexión que el arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, hace en su carta semanal. Una reflexión que acompaña de una fuerte denuncia de lo que llama “lo inaceptable”, porque así califica el que la vida de un ser humano tenga menos valor que una supuesta seguridad o impermeabilidad de las fronteras de un Estado, o que “mercancías y capitales gocen de más derechos que los pobres para entrar en el país”, del mismo modo que lo es que “una decisión política vaya llenando de sepulturas un camino que los pobres recorren con la fuerza de una esperanza”.

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