Religión Digital
Redacción, 14 de enero de 2014
(Infomadrid).- El próximo domingo, 19 de enero, la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. que se celebrará el próximo domingo, con el lema ‘Emigrantes y refugiados hacia un mundo mejor’. En este día, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, presidirá a las 12,00 horas la solemne celebración de una Eucaristía en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena.
Con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que la Iglesia celebra este domingo, 19 de enero, con el lema ‘Emigrantes y refugiados hacia un mundo mejor’, el Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, ha hecho pública una carta.
En ella explica que esta Jornada «nos recuerda de nuevo que estamos ante la exigencia insoslayable de hacer posible una convivencia profundamente humana sobre la base evangélica de nuestro reconocimiento mutuo como hermanos en una sociedad en la que la presencia de los emigrantes continúa siendo determinante. Una convivencia que ha de ser alimentada y sostenida a la luz de la fe con la fuerza de la esperanza y de la caridad cristianas».
«En nuestra responsabilidad evangelizadora, asegura, reavivada en la Misión-Madrid, se nos impone una primera y fundamental tarea: la ayuda a los inmigrantes a mantener firme su fe, siendo conscientes que les falta el apoyo cultural que tenían en su país de origen».
«En un tiempo en que el intercambio mutuo globalizado acerca más a las personas de los distintos pueblos, el impacto de esta crisis alcanza al mundo de la emigración en los países de partida y en los de llegada con una especial dureza. También aquí entre nosotros: ¡en Madrid! Factor que acentúa la urgencia de la llamada a vivir fraternalmente y a superar juntos las dificultades no sólo materiales sino también espirituales que nos rodean».
«Asumir cristianamente las responsabilidades pastorales y apostólicas ante los problemas y esperanzas del mundo de la emigración en esta hora ‘global’ de la historia es exigencia y forma parte del anuncio del Evangelio del Señor que nos salva: ¡Jesucristo! Frente a la acumulación de dificultades humanas, sociales y culturales pudiera surgir la tentación de la desconfianza o desesperanza. Pero sabemos que la Iglesia, como sacramento de la salvación de Cristo, realiza y transmite con obras y palabras el amor de Dios, afrontando las situaciones -incluso las más dolorosas- con la esperanza gozosa que brota del Misterio Pascual y que se ha iniciado con el Misterio de la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios en Belén de Judá».
Anunciar el Evangelio
Explica que «anunciar el Evangelio nos implica inexorablemente en la comunicación auténtica y generosa a los hermanos venidos de la emigración de la experiencia que tenemos del Señor, Resucitado gloriosamente, en quien hemos puesta nuestra esperanza». Anuncio «que nos impulsa a vivir la catolicidad» y que «reclama de nosotros vivir no sólo la comunión fraterna entre los bautizados sino también sacar fielmente la consecuencia de ofrecer una fraterna hospitalidad al inmigrante, sea cual sea su raza, cultura, y religión; rechazando toda exclusión o discriminación y proponiéndoles la verdad del Evangelio, Cristo Jesús, que nosotros hemos recibido como un don y en quien se funda la verdadera y no manipulable fraternidad».
Por ello, «las comunidades parroquiales, que perseveran con generosidad y valentía en convertir en obras de amor fraterno el servicio a los inmigrantes, han de mantener»: la «acogida que favorezca su inserción integral, con una vida más digna que presupone e incluye también la dimensión de la fe y la práctica religiosa, esencial para toda persona»; «el acompañamiento eficaz que necesitan en las tramitaciones tan complicadas, exigidas por las leyes y las normas administrativas para su pacífica integración social» y que «no debe ser escatimado a aquellos que están bautizados en su incorporación activa a la vida de la Iglesia»; y «la caridad, que es creativa, para colaborar en la resolución de las emergencias que acontecen, y pueden acontecer, incluso en situaciones de emigración irregular, a fin de conseguir la normalización tan deseada, que estabiliza y favorece una fructuosa convivencia».
Testigos y misioneros del Evangelio
Asegura que «la Iglesia reconoce el derecho a emigrar, la posibilidad de salir del propio país y de entrar en otro en busca de mejores condiciones de vida», y «el derecho a no emigrar, es decir, a que se promuevan y aseguren las condiciones objetivamente válidas para permanecer con dignidad en la propia tierra. Reconocimiento que se debe de hacer efectivo en el esfuerzo incesante por lograr una actitud de acogida basada en el respeto de los derechos fundamentales de nuestros hermanos emigrantes y de su equiparación en derechos y deberes con lo demás ciudadanos».
Para el Cardenal, «vivir sinceramente nuestra dignidad filial de Dios supone la firme voluntad de reconocerla eficazmente en nuestros hermanos, los emigrantes, compartiendo con ellos el afecto fraterno que nos une y que nos permitirá hablar con verdad de la común igualdad y de la común libertad de los hijos de Dios. Su promoción humana integral y la convivencia fraterna con ellos se posibilita y se consolida justamente en ese marco de la comunión espiritual en la que la plena dignidad humana es percibida y reconocida como inseparable de la experiencia compartida de ser hijos de Dios».
«La Misión-Madrid, prosigue, comprende el servicio de la caridad que debe de alcanzar a todos los ambientes de nuestra archidiócesis y, muy especialmente, a nuestros hermanos emigrantes». Por ello, invita a «salir a su encuentro de forma espiritual y pastoralmente renovada, haciendo presente a la Iglesia en sus casas y familias. Sin duda, situadas en lugares de periferias de pobreza tanto material como espiritual. La apertura misionera de las comunidades parroquiales y de toda la comunidad diocesana, objetivo preferente de la Misión-Madrid, nos ha de fortalecer en la lucha contra las nuevas formas de esclavitud humana, tan activas en los ambientes de la emigración».
«¡En el contexto pastoral de la nueva Jornada Mundial del emigrante y del refugiado, la invitación a ser testigos y misioneros del Evangelio contiene la de ser artífices incansables de fraternidad!», asegura. Concluye encomendando a la Virgen «la acción tantas veces ímproba y sacrificada y el generoso compromiso de cuantos atienden a las necesidades de los inmigrantes en el servicio de la fe, de la esperanza y de la caridad».